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Alguna vez, Eduardo Arroyo se describió a sí mismo como un pintor, “un pintor que hace muchas cosas con relación a la literatura, al teatro, a la ópera, pero ante todo un pintor”. Su carrera como artista comenzó en el París de los años 60, al que llegó más atraído por la literatura que por la pintura. Allí se forjó hasta convertirse en el agente español de la llamada Nueva Figuración.
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