Charlas Iglesia ETP | Pastores Luis Salas y Jeannette Noguera, Iglesia ETP

Proverbios 24:16 “Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; mas los impíos caerán en el mal.”

Todos caemos en la vida. Caemos por errores, fracasos, o tentaciones. Nadie está exento. La diferencia no está en si caemos, sino en qué hacemos después de caer. La caída no define tu identidad espiritual, sino tu reacción ante ella. La Biblia enseña que “Caer no nos hace impíos”. Lo que te define como justo no es nunca fallar, sino levantarte en Dios y aprovechar la nueva oportunidad que Él te ofrece.

Como un niño que aprende a caminar se cae muchas veces, pero siempre intenta levantarse, así debe ser el justo. No se rinde ante el error, sino que se levanta con la ayuda de su Padre.

Caer no es el final. La diferencia entre el impío y el justo es que el justo se levanta.

El impío:

  • Cae y permanece en el mal.
  • No reconoce su necesidad de Dios.
  • Busca soluciones humanas o culpables externos.
El justo:

  • Cae, pero reconoce su error.
  • Se arrepiente sinceramente.
  • Se levanta con la ayuda de Dios.
Mi espíritu está diciendo a alguien aquí, que otra oportunidad de Dios viene para ellos. Otra oportunidad de Dios viene. Pon tu mano en tu corazón y di, Señor, hazme entender tu palabra. Encuentra respuestas a mis preocupaciones. Habla conmigo, Señor, en el nombre de Cristo Jesús.

Quiero enseñarte algunos ejemplos Bíblicos:

David: Cayó en pecado, pero se levantó en arrepentimiento (2 Samuel 12 / Salmo 51). David maquinó la muerte de Urías y tomó a Betsabé. Fue confrontado por Natán, se arrepintió profundamente y clamó: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio”. Dios no desecha a los que se arrepienten con un corazón sincero.

Pedro: Cayó en negación, pero se levantó en fe (Marcos 14:66–72 / Lucas 22:31–32). Pedro negó tres veces conocer a Jesús. Lloró amargamente, pero Jesús ya había orado por él. Jesús conoce tus caídas antes de que ocurran y también prepara tu restauración.

Jonás: 

Jonás 1:1-3 “Vino palabra de Jehová a Jonás hijo de Amitai, diciendo: 2 Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí. 3 Y Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis, y descendió a Jope, y halló una nave que partía para Tarsis; y pagando su pasaje, entró en ella para irse con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de Jehová”.

Jonás, era profeta de Israel, recibe la misión de ir a Nínive, capital del imperio asirio, para proclamar que su maldad había .llegado al cielo: Levántate y vete a Nínive, la gran capital, y proclama en ella que su maldad ha llegado hasta mí (Jonás 1:2). Hoy la maldad ha llegado hasta el cielo…

Jonás es un profeta que huye de su misión, saca el pasaje de barco en la dirección contraria, lo más lejos posible: Se levantó para huir a Tarsis, lejos del Señor, y bajó a Jope, donde encontró un barco; pagó su pasaje y se embarcó (Jonás 1:3).

El Señor desencadenó un gran viento sobre el mar, y hubo en el mar una borrasca tan violenta que el barco amenazaba romperse. Los marineros tuvieron miedo y se puso cada uno a invocar a su dios; luego echaron al mar la carga del barco para aligerarlo. Jonás, mientras tanto, había bajado al fondo del barco; se había acostado y dormía profundamente (Jonás 1:4-5).

El capitán se acerca y le dice: ¿Qué haces aquí dormido? ¡Levántate e invoca a tu Dios! Quizá se compadezca de nosotros y no perezcamos. Luego se dicen unos a otros: Echemos a suerte para ver por culpa de quién nos viene este mal. Echan a suerte y le toca a Jonás. Entonces le dicen: ¿Quién eres, cuál es tu oficio, de dónde vienes? Les responde: Soy hebreo y temo al Señor, Dios del cielo y de la tierra (Jonás 1:6-9).

Los marineros descubren que Jonás va huyendo de Dios. “No huyas más de Dios”… Temen mucho y le preguntan: ¿Por qué has hecho esto? ¿Qué hemos de hacer para que el mar se calme? Les dice: Echadme al mar, pues por mi culpa os ha venido esta gran borrasca. Entonces claman al Señor diciendo: No nos hagas perecer a causa de este hombre, ni pongas sobre nosotros sangre inocente. Lo echaron al mar y el mar se calmó (Jonás 1:10-15).

Jonás se arrepintió y oró al Señor dentro del pez diciendo: “Invoqué en mi angustia a Jehová, y él me oyó; Desde el seno del Seol clamé, Y mi voz oíste”, Jonás 2:1. En el verso 4, él mismo declara: “Entonces dije: Desechado soy de delante de tus ojos;” y en el verso 7 dijo: “Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová, Y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo”. En el verso 10 el Señor envió un pez a vomitar a Jonás “Y mandó Jehová al pez, y vomitó a Jonás en tierra”.

El Señor hizo esto con Jonás porque le dio otra oportunidad para hacer lo que Él le había mandado a hacer, Jonás 3:1-3 “Vino palabra de Jehová por segunda vez a Jonás, diciendo: Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te diré. Y se levantó Jonás, y fue a Nínive conforme a la palabra de Jehová. 

Está viniendo para ti. Otra oportunidad viene. Otra oportunidad viene de Dios.

Dios quiere darte otra oportunidad. He sabido desde la última noche que alguien en este servicio Dios tiene algo con alguien.

Cuando haces una mala decisión, cuando tomas el camino equivocado, cuando no escoges el consejo que sabías venía de Dios y ahora todo es malo, todo es terrible, todo es caos, una oportunidad viene. Dios quiere darte una oportunidad. Eso es lo que vine a decirles, otra oportunidad en tu hogar, otra oportunidad en tus finanzas, otra oportunidad para servir a Jesús. En fe hay una nueva oportunidad para alguien en este lugar; 2 Pedro 3:9 “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”.

Jonás recibe un llamado de Dios para ir y orar por Nínive y no quería orar por ellos, los Ninivitas eran malos y por esta razón dijo, no voy a ir allí. Tomó un barco y navegó en su rebelión, pero todo se volvió al revés. La tormenta fue tan grande que todos los navegadores sabían que fue por Jonás y lo arrojaron al mar y la tormenta se calmó y un pez lo devoró.

Y cuando estaba en las profundidades del mar, dentro del pez, se arrepintió. Es ahí a donde tenemos que llegar en este día, Jonás dijo “Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová, Y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo”. Es ahí donde la restauración comienza y luego Dios manda al pez a vomitarlo. Muchos en esta mañana van a salir del pez. Muchos han estado en cadenas porque han sido rebeldes, entonces suceden las cosas malas, las puertas se cierran, las oportunidades se detienen, estás en un pez. Pero hoy cuando te vuelves al Señor, entonces el Señor te da otra oportunidad.

La enseñanza de Jonás nos lleva a los 3 PILARES QUE LEVANTAN AL JUSTO y Dios trae una segunda oportunidad:

  • La Gracia de Dios (Salmo 37:23–24)
     “Por Jehová son ordenados los pasos del hombre... Cuando el hombre cayere, no quedará postrado, porque Jehová sostiene su mano.” La gracia no te da licencia para caer, sino poder para levantarte.
  • El Arrepentimiento Sincero (Salmo 51:1–12)
     “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio...” El arrepentimiento abre la puerta a la restauración y la bendición.
  • El Poder del Espíritu Santo (2 Corintios 7:10)
     “La tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación…” El Espíritu Santo te convence, fortalece e impulsa a comenzar de nuevo.
Caer no es el final, sino el inicio de una nueva historia con Dios. La misericordia de Dios te levanta, su gracia te sostiene, su Espíritu te fortalece y su Hijo intercede por ti. Dios no te llamó porque nunca caerías, sino porque sabía que cada vez que cayeras, correrías a sus brazos para levantarte otra vez. 

Ministración: Hay momentos en la vida en que caemos tan fuerte, que sentimos que no hay regreso, caemos por errores, por tentaciones, por decisiones equivocadas o simplemente por cansancio ydesde el suelo, miramos hacia arriba y pensamos: “Ya no hay salida para mí.”

Pero escucha esto: caer no es el final, caer puede ser el punto donde empieza una nueva historia. No hay caída tan profunda que la gracia de Dios no pueda alcanzar, el enemigo quiere verte en el suelo, derrotado, avergonzado, sintiéndote indigno de volver a buscar a Dios, pero Dios no te llama para que te quedes en el polvo, Dios te llama para levantarte, para que experimentes su misericordia de una manera que nunca antes conociste.

Dios quitó el pecado de la tierra en un solo día, el día en que Jesús fue crucificado, ese día, la vergüenza, la culpa y el castigo que te correspondían quedaron colgados en la cruz, y cada vez que caes, esa cruz sigue siendo el puente de regreso. No es una excusa para pecar, es una oportunidad para volver.

Judas cayó, y cuando se dio cuenta, el peso de la culpa lo aplastó. No buscó el perdón, no buscó la gracia; buscó la soga, pero Pedro también cayó, lo negó, lo traicionó, lo hirió, y sin embargo, lloró, se quebró y volvió a Jesús. La diferencia no está en la caída, sino en hacia dónde corres después de caer.

Si corres a los brazos de Jesús, Él no te rechazará, Él no te va a señalar, no te va a humillar, no te va a recordar tu pasado; Te va a levantar, te va a limpiar las rodillas y te va a decir: “Hijo, todavía no he terminado contigo.”

A veces, sentirse caído es necesario para recordar de qué estás hecho, Dios permite ciertas caídas no para destruirte, sino para reconstruirte desde adentro, no para avergonzarte, sino para quebrar el orgullo que te separaba de Él.

Si estás vacío, si sientes que no puedes levantarte, llénate de Jesús, del Espíritu Santo, si estamos llenos de Él, siempre volveremos a levantarnos. Lo que te levanta no es tu fuerza, ni tu disciplina, ni tu reputación, lo que te levanta es la presencia de Cristo dentro de ti.

Quizás perdiste el gozo, te alejaste, dejaste de orar, o simplemente te cansaste, pero hoy Dios te está diciendo: “No te quedes ahí. Yo sigo creyendo en ti.”

El problema no es caer, el problema es amar más el suelo que la gracia que te puede levantar; No ames tu pecado, no justifiques tu error, arrepiéntete sinceramente, no con remordimiento, sino con decisión, porque cuando te arrepientes de verdad, el cielo se abre y la segunda oportunidad empieza a tomar forma.

Miqueas 7:8 dice: “Aunque caiga, me levantaré otra vez. Aunque esté en oscuridad, el Señor será mi luz.” Significa que, aunque hayas caído, hay una promesa sobre ti: te levantarás otra vez, aunque todo esté oscuro, la luz volverá a brillar; Aunque sientas que mereces el castigo, Dios tomará tu causa y hará justicia por tu arrepentimiento, así es Su amor, así es Su fidelidad, así es Su misericordia. El justo no es aquel que nunca cae; es aquel que, cuando cae, decide levantarse con la ayuda de Dios, y hoy, Dios te está extendiendo la mano, te está ofreciendo esa segunda oportunidad que tú mismo creías perdida.

Tu pecado no puede separarte del amor de Dios, puede abrir una brecha, sí, pero el arrepentimiento la cierra. Y cuando te apartas, esa herida se sana; Jesús dijo: “Confiad, yo he vencido al mundo.” ¿Sabes qué significa eso? Que aun cuando caes, Él sigue siendo tu victoria.

La diferencia entre el justo y el impío no está en la cantidad de veces que cayeron, sino en la decisión que tomaron después. El impío se queda en el pasado, el justo mira a la cruz y se levanta. Dios te dice hoy: “Levántate, porque eres mío, porque Jesús pagó el precio por ti,  porque no naciste para morir en tu error, sino para resucitar en mi gracia”. No importa qué tan hondo caíste, Dios no ha terminado contigo, esta caída no es tu final; es el comienzo de tu segunda oportunidad.

Termino con un verso en Miqueas 7:8 NTV "Enemigos míos, no se regocijen de mí, pues aunque caiga me levantaré otra vez. Aunque esté en oscuridad, el Señor será mi luz. Seré paciente cuando el Señor me castigue, porque he pecado contra él. Pero después él tomará mi caso y me hará justicia por todo lo que he sufrido a manos de mis enemigos. El Señor me llevará a la luz y veré su justicia".

Oración final: Señor, hoy reconozco mis caídas, no quiero justificarme ni esconderme, he tropezado, he fallado, y muchas veces me he quedado en el suelo, pero hoy decido creer que tu gracia es más grande que mi error. Lléname de ti, Jesús, dame una segunda oportunidad para amarte, para servirte, para vivir diferente. Hoy me levanto, porque Tú estás conmigo. Amén.

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