FUERA DE FOCO, CON BRYAN ACUÑA – La ciudad palestina de Yenín (o Jenin) se ha colocado en el centro de las últimas situaciones importantes de violencia y de enfrentamientos contra el ejército de Israel. Los batallones de Yenín son actualmente un problema significativo a las operaciones antiterroristas de Israel en los territorios palestinos. Estos batallones se aprovechan de las condiciones estructurales de la ciudad y de los campos de refugiados para poder evitar las acciones del ejército israelí e intentar responder atacando a las unidades del ejército intentando generar el mayor daño posible. Están compuestos por diferentes células de los distintos brazos armados palestinos: Yihad Islámica, Fatah y Hamas. A todos ellos les une principalmente su sentimiento de pertenencia a este bastión que es considerado la “capital de los mártires”, incluso durante el período de la Segunda Intifada casi treinta terroristas suicidas salieron de esta región. Su forma de comunicación es a través de radiocomunicadores, celulares y mensajes encriptados en Telegram, y por medio de las mezquitas que sirven para avisar de eventuales incursiones israelíes y para advertir a los colaboradores de Israel.
Si se habla a nivel estructural, Yenín tiene condiciones poco alentadoras por sus construcciones carentes en ocasiones de servicios básicos, debido a la poca inversión realizada por la Autoridad Nacional Palestina, pese a que los representantes palestinos reciben millones de dólares de ayuda humanitaria pero que terminan en arcas de líderes corruptos palestinos en la mayoría de los casos dejando de lado las necesidades de las poblaciones. Por otro lado, para llevar el control de las incursiones israelíes hacen uso de vigilancia constante, incluyendo cámaras privadas de seguridad, así como avisos de los ciudadanos al ver movimientos militares sospechosos, levantan barricadas para evitar las incursiones y hacen uso de francotiradores también para enfrentarse a Israel. La forma mediante la cual operan los batallones de Yenín está sirviendo de ejemplo para agrupaciones similares en Nablus, Tulkarem e incluso en Belén. Tienen apoyo popular, pero para algunos residentes que desean cambios en sus condiciones económicas y de vida, los batallones son un riesgo ante una escalada como la que aparenta estarse presentando. Ello incluso está ocasionando una ola de atentados terroristas como el ocurrido el pasado 20 de junio en el asentamiento de Eli en las cercanías de Silo, en el Concejo Regional de Maté Binyamin, donde cuatro israelíes fueron asesinados en una gasolinera, en una acción que fue atribuida a un brazo del Hamas en Cisjordania, lo que ha provocado que una turba de extremistas judíos se dirigieran a la localidad palestina de Turmus Ayya, incendiando casas, automóviles y campos, y aterrorizando a los residentes, incluso causando la muerte de un palestino.
La radicalización de los discursos y de las acciones ha demostrado una vez más no ser la salida porque esto solamente profundiza una vez más el caos y la violencia que no solucionan absolutamente nada. Los líderes a ambos lados que pueden hacer algo no tienen voluntad de avanzar y, por el contrario, las situaciones políticas tanto en Israel como en los territorios palestinos llevan a una radicalización de los discursos y de las acciones, porque definitivamente los extremos se tocan.
Un agradecimiento especial para el desarrollo de este espacio a Matty Zwaig, diplomático israelí y analista internacional.