Juan 2:23-25 “Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía. Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre”.
Dios se manifestó en muchas ocasiones a los antiguos, a Abraham, a Agar, a Jacob, a Moises, a Josué, a Gedeón, en fin; esas manifestaciones de “alguien invisible” es lo que llamamos “Teofanía o manifestación de Dios”.
En Génesis 16:7 "Y la halló el ángel de Jehová junto a una fuente de agua en el desierto, junto a la fuente que está en el camino de Shur”, El Señor se reveló a una mujer llamada Agar, ella era una sierva egipcia que trabajaba para Sarai esposa de Abraham. Sarai decidió tener un hijo pidiéndole a su esposo que se llegara a Agar y comenzó a maltratar a Agar hasta tal punto que ella decidió huir de la casa de Abraham al desierto.
Agar junto al pozo de agua en el desierto le llamó a Dios con el nombre BEER-LAJAI-ROI que significa "pozo del Dios que me ve". Nuestro Dios no solo nos ve en todo momento, sino que nos conoce a profundidad, conoce nuestros más íntimos pensamientos y nuestros más profundos sueños deseos y anhelos.
Creo que todos hemos sentido el deseo de huir por las injusticias recibidas en el transcurso de nuestra vida y muchas veces hemos pensado “¿Donde está Dios?” El ROI, se revela a nuestras vidas en los momentos más difíciles, “El nos ve, El escucha nuestros gritos”, nunca estamos solos porque servimos a un Dios que nos ve, podemos descansar sabiendo que Dios nunca es inconsciente de lo que estamos pasando y mientras El ROI ve lo que nos está ocurriendo tenemos que confiar en Sus instrucciones.
De la misma manera como vio a Agar también ve todo lo que está ocurriendo en la tierra en este tiempo, en todos los eventos que vinieron sobre la tierra Dios descendió, miró y avisó, y en este tiempo está haciendo lo mismo, está viendo, está mirando y está avisando; tal como lo dice la Palabra en 2º Crónicas 16:9 con mayor énfasis, hablándole a su pueblo, a su iglesia … “Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen un corazón perfecto para con Él”.
Nadie está fuera del alcance del ojo de Dios, Dios contempla a todos. Hay una promesa especial para los que viven en el temor de Dios, en el libro de 1º Pedro
3:12 “Porque los ojos del Señor están sobre los justos, Y sus oídos atentos a sus oraciones; Pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal”.
Dios es un Dios cercano está escrito en Jeremías 23:23-24 "¿Soy yo Dios de cerca solamente, dice Jehová, y no Dios desde muy lejos? ¿Se ocultará alguno, dice Jehová, en escondrijos que yo no lo vea? ¿No lleno yo, dice Jehová, el cielo y la tierra?”. Job 34:21-22 “Porque sus ojos están sobre los caminos del hombre, Y ve todos sus pasos. No hay tinieblas ni sombra de muerte Donde se escondan los que hacen maldad.”.
Veamos que ocurrió con Agar, porque esta misma situación que ella vivió nos ha ocurrido a nosotros y anhelamos que el Ojo de Dios nos vea y extienda Su mano de amor, bondad y misericordia.
La historia nos hace ver que Agar estaba desesperada porque decidió que era mejor huir al desierto, con todos los peligros que eso implicaba, que quedarse en casa bajo otro tipo de peligro, su ama celosa y enojada. Ella no tenía familia a quien acudir. Así que huyó. Muchos de nosotros hemos huido e incluso de Dios, pero ahora es el momento de retornar, de volver al propósito que Dios ha colocado para tu vida, tu familia y tu descendencia.
Luego de recorrer cierta distancia, esta mujer embarazada estaba cansada, con hambre y muy sedienta. Y, descansando junto a un manantial, el ángel del Señor se encuentra con ella y le hace dos preguntas, de las cuales Agar solo responde una:
«Agar, sierva de Sarai, ¿de dónde has venido y a dónde vas?». Ella le respondió: «Huyo de la presencia de mi señora Sarai», Génesis 16:8. ¿De dónde vienes? Eso estaba claro para Agar, venía huyendo de su ama que la estaba maltratando mucho. ¿Adónde iba? No lo sabía o al menos el relato bíblico no nos da indicio claro de que lo hubiera considerado de antemano.
El ángel le da una respuesta que no debe haber sido del agrado de Agar: «Vuelve a tu señora y sométete a su autoridad» (v. 9). No le mostró un mapa con un camino para llegar a su familia en Egipto, no le dió un plan de acción contra Sara — sus quejas pasaron desapercibidas.
El ángel le ordenó que regresara. ¿Te imaginas? Regresa al maltrato de Sara, regresa a ser extranjera, regresa a tu dolor… Regresar implicaba tragarse su orgullo, someterse; En la vida, cuando nos vemos ante los conflictos, muchas veces optamos por huir, huir siempre parece más fácil porque evitamos el enfrentamiento, las conversaciones difíciles, incomprensiones, desprecios, silencios, y muchas otras cosas, sin embargo, también huimos porque no queremos cambiar, no queremos ceder; y precisamente esa fue la razón por la cual el ángel no solo le dijo que regresara, sino que le pidió dar un paso más: «sométete a su autoridad». Difícil, porque con esas palabras le estaba recordando que no regresaba en calidad de familia, regresaba en calidad de sierva.
¿Por qué regresar?
- En el desierto tenía muchas probabilidades de morir o de perder su embarazo, regresar le garantizaba protección. El plan de Dios, incluso si nos parece difícil, siempre considera lo mejor.
- Hay algo que debemos entender, el carácter no se forma huyendo de los problemas, se forma en el roce del día a día, porque para crecer necesitamos aprender a lidiar con los conflictos, enfrentar los desafíos. Esas cosas difíciles son las que el Señor usa para moldearnos. La disciplina de Dios que se nos menciona en Hebreos no es castigo. Nosotros no estamos bajo su ira porque estamos en Cristo. La disciplina se mide de esa manera, al pasar por situaciones que no nos gustan pero que van conformándonos cada vez a la imagen de Cristo. O, dicho de otra manera, nos van santificando.
- A veces regresar implica regresar a la rutina, a las cosas que nos toca hacer y que nadie ve ni reconoce. Regresar a lo que Dios nos llama, grande o pequeño, con fuerzas o sin muchas fuerzas, es una marca de nuestra obediencia; Él nos dará la gracia necesaria, porque lo ha prometido, Su poder se perfecciona en nuestra debilidad, 2 Corintios 12:9. Así que Agar obedeció, aunque le costara y no sé si en este momento el Señor te está llamando a obedecerle en algo que te cuesta, Filipenses 2:5-8 “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”, Jesús obedeció hasta la muerte, Su obediencia fue perfecta, y porque Él obedeció, ahora nosotros podemos hacerlo también.
Ministración: Quizá llevas años orando por alguna cosa, tal vez miras tu situación y piensas que el Señor no te escucha, que tus oraciones no pasan del techo. Mira lo que le dice la Palabra: «…Cada uno tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos» Apocalipsis 5:8b.
Nuestras oraciones son incienso para Dios, son olor fragante, son algo que Él valora y atesora. Él sí escucha. ¿Por qué no llega la respuesta? Tienes que descansar primero en su soberanía, Él es Dios.
Recuerda que sus tiempos son diferentes a los nuestros. Su respuesta puede ser un sí, un todavía no, e incluso un no. Pero ¿sabes?, creo que su voluntad siempre es la mejor, entonces debo descansar en su respuesta, cualquiera que sea.
En este punto la historia de un giro y nos revela mucho más. «Agar llamó el nombre del Señor que le había hablado: “Tú eres un Dios que ve”; porque dijo: “¿Estoy todavía con vida después de ver a Dios?”» Génesis
16:13 Un Dios que ve Eso es extraordinario. Dios nos ve, Dios te ve... en medio de millones de seres humanos, ese es nuestro Dios. Un Dios que se encuentra con nosotros en los momentos oscuros y difíciles. Un Dios que ve. Un Dios que escucha.
Las circunstancias de Agar no cambiaron. Tuvo que regresar adonde Sara y Abram, pero estoy seguro de que no regresó igual, porque había tenido un encuentro con el Dios que nos ve, El Dios que me ve, a mí, con mi pecado, mis defectos, con todo aquello que no le cuento a nadie, que nadie más puede ver, El Roí.
Quizá tu vida ahora parece un desierto, o piensas que nadie te ve, te sientes solo, quisieras poder huir. Quiero recordarte algo: Dios ya te vio, como lo hizo con Agar. La cruz así lo demuestra. En Cristo tenemos lo que necesitamos. Él es el buen pastor que cuando estamos cansados y sedientos, como Agar, nos da descanso. Vamos a Él, Él es el buen pastor, que da su vida por las ovejas, que cuida de las ovejas, que guía a las ovejas. Él es el que prometió “Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”. Es el que dijo “No se turbe vuestro corazón ni tengan miedo”. Es el que nos dijo “Nuestro Padre sabe de qué tenemos necesidad” y no tenemos que vivir angustiados por el mañana.
Cristo en quien estamos bendecidos, Cristo en quien tenemos vida eterna. Cristo en quien tenemos la promesa de que nada nos puede separar de su amor. Cristo que es nuestra justicia. Agar solo conoció algo de Dios, El Dios que nos ve y que escucha es el mismo que lo dio todo por nosotros. Tú puedes descansar en la verdad del Evangelio, de las buenas nuevas. Sí, ahora puede haber sufrimiento y dolor, ahora puede haber lágrimas, pero un día todo eso acabará gracias a Cristo, un día toda lágrima será enjugada y el llanto se convertirá en risa, no mires las circunstancias, mira a Cristo. ¡Él te ve!
“Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él” 2 Crónicas 16:9.
Dios no es un espectador pasivo; es un Padre que observa con propósito. Él no te pierde de vista, ni en las noches más oscuras, ni en los días más inciertos. Sus ojos no se cierran ni se distraen. Él ve tu esfuerzo, tus lágrimas, tus luchas y tus anhelos.
Dios no te mira para condenarte, sino para mostrar Su poder a tu favor. Los ojos de Dios no son de juicio, sino de misericordia y propósito.
Un “corazón perfecto” no significa un corazón sin errores, sino un corazón íntegro, rendido completamente a Dios. Es el corazón que no es dividido entre dos pensamientos. Es el corazón que aunque tropiece, sigue mirando al cielo. El Señor no solo observa, sino que enseña a los que observa, su mirada sobre ti es una mirada de dirección. “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos”, Salmo 32:8. Tal vez hoy no sabes qué hacer, qué decisión tomar o cómo salir del momento que estas viviendo, pero si los ojos de Dios están sobre ti, también su dirección te alcanzará. Él no permitirá que camines sin rumbo, porque el Padre que ve, también guía, el que observa también enseña. “El ojo de Jehová está sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia”, Salmo 33:18.
Dios no solo te mira, te cuida, Él observa tus días, tus entradas y salidas, tus batallas internas y tus anhelos profundos. Y cada mirada suya es una promesa de protección. “Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos”, Salmo 34:15.
Hay una mirada de amor que edifica, restaura y levanta, “Porque pondré mis ojos sobre ellos para bien, y los volveré a esta tierra; y los edificaré, y no los destruiré; los plantaré, y no los arrancaré. Y les daré corazón para que me conozcan que yo soy Jehová; y me serán por pueblo, y yo les seré a ellos por Dios, porque se volverán a mí de todo su corazón”, Jeremías 24:6-7.
Dios no elige al azar, Sus ojos recorren la tierra buscando a quién usar; mira a Josué, antes de ser el sucesor de Moisés, ya Dios lo observaba en silencio; mira a Gedeón, mientras se escondía con miedo, los ojos de Dios lo encontraron y le llamaron “varón esforzado y valiente”, Jueces 6:12; mira a David, olvidado por su familia, ignorado por el profeta, pero visto por los ojos del Altísimo. Dios le dijo a Samuel: “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón”, 1 Samuel 16:7.
Y qué decir de Saulo, el perseguidor de la iglesia, quien creía servir a Dios destruyendo Su obra. Jesús lo miró camino a Damasco, y esa mirada lo transformó para siempre, “Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”, Hechos 9:3-4, esa fue la mirada que cambió a Saulo en Pablo, una mirada de misericordia que redefine destinos.
Así como Su mirada protege, también corrige y confronta, “Porque mis ojos están sobre todos sus caminos, los cuales no se me ocultan, ni su maldad se esconde de la presencia de mis ojos”, Jeremías 16:17, nada escapa de Su visión, la mirada de Dios revela amor, pero también santidad. Él busca corazones limpios, vidas transparentes, creyentes que le honren en lo público y en lo secreto.
Hoy Dios te dice: “Mis ojos están sobre ti. No te he perdido de vista, no te he olvidado, no te he dejado. Te estoy mirando, te estoy formando, te estoy guiando”.