Subscribe
Share
Share
Embed
Diccionario sonoro que recoge los nombres, historias y lugares protagonistas de la emocionante aventura que representa la música contemporánea desde su creación a la actualidad. Más información: march.es/contemporanea
Sintetizadores
Los orígenes del sintetizador musical –instrumento electrónico que funciona mediante la manipulación de corrientes eléctricas, que modula las ondas produciendo diferentes timbres– nos llevan, según el grado de compromiso del historiador, a finales del siglo XIX, a los años 30 del siglo XX o a los pasados años 60.
Al XIX porque es en 1876 cuando, tras el descubrimiento accidental de la generación de sonidos a través de la vibración de un circuito electromagnético, Elisha Gray, desarrollador del teléfono junto a Graham Bell, patenta un oscilador de una nota: el telégrafo musical. Poco después llegarán otros instrumentos eléctricos como el telearmonio (o dinamófono). O el audión.
A los años 30 porque, en 1938, el ingeniero y coronel del ejército ruso Yevgeni Murzin toma como referencia el método de grabación de sonido óptico y crea el primer sintetizador de uso musical. La Segunda Guerra Mundial impide que el invento vea la luz entonces: lo hará dos décadas más tarde. Llevará como nombre el de uno de los compositores rusos más innovadores del XIX, Alexander Nikolaevich Scriabin. Y será conocido como ANS.
A los años 60, porque en 1964 llegan los sistemas modulares Moog con control de voltaje, desarrollados por Robert Moog –que lleva desde los años 50 vendiendo theremines con su padre– y Herbert Deutsch. Cuentan con el añadido del teclado, lo que brinda a los compositores un instrumento de tamaño razonable, fácil control y estabilidad. ‘Switched on Bach’, disco de Wendy Carlos de 1968, ayuda a que el sonido Moog adquiera la categoría de fenómeno de masas. Y sirve de prólogo para la llegada del MiniMoog en 1970.
Estamos escuchando a Joel Chadabe, compositor, profesor de la Universidad de Nueva York, pionero en el desarrollo de sistemas de música interactivos y autor de este ‘Blues mix’. “En 1966 le pedí a Bob Moog que construyera un mezclador de cuatro pistas con teclas de piano que funcionaran más como puertas que como potenciómetros del mezclador, para poder pasar los sonidos grabados a través de las pistas presionando las teclas y mezclar esos sonidos grabados con sonidos sintetizados”. En aquellos días, recuerda Chadabe, “la tecnología se estaba desarrollando y todo el mundo parecía estar explorando nuevas tecnologías para la música”.
También Donald Buchla, otro gran inventor de la época. La aparición de sus nuevos equipos, que también utilizan el concepto de control de voltaje, revoluciona las posibilidades de un estudio de música electrónica al crear unidades pequeñas de tipo modular, fáciles de interconectar y con amplias posibilidades musicales, permitiendo transformaciones en vivo en tiempo real a partir de sonidos vía micrófono. Jason R. Burcher es uno de los mayores conocedores de este sintetizador, que debe su comisionado, por cierto, al músico electrónico pionero Morton Subotnick. Burcher es el autor de este ‘Chaotic Synthesis Recording #3’, interpretado con un Buchla de la mítica serie 200.
En los años 70 los sintetizadores tienen un desarrollo extraordinario, que se corresponde con su comercialización en el mercado. En Europa se popularizan los Synthi, fabricados por EMS en Londres bajo la dirección del británico Peter Zinovieff. Él forma parte del equipo que, en 1969, da vida al famoso EMS VCS3, que pronto se convierte en básico en estudios de todo el mundo.
Japón, entonces en vanguardia tecnológica, se aprende la idea y da un paso adelante con un modelo óptimo para estudio y composición, pero también para incorporar en conciertos de rock progresivo y psicodélico –con héroes del teclado como Rick Wakeman o Keith Emerson–, y que tenga un precio asequible. De ahí el DX7 de Yamaha. Y los productos Roland; el D-50, por ejemplo. El protocolo MIDI, estandarizado en 1983, supondrá un argumento más en estas nuevas generaciones de sintetizadores, pues va a permitir controlar el instrumento de forma externa desde otro teclado o incluso a través de una computadora.
Renacimiento es la palabra recurrente cuando se habla del formato eurorack, el sistema creado por la compañía alemana Doepfer en 1996 que tanto tiene que ver con el retorno a tecnologías analógicas.
Este nuevo estándar da lugar a múltiples creadores de equipos electrónicos a desarrollar componentes compatibles entre sí. Esto permite a músicos y usuarios construir sintetizadores a medida, integrando módulos de diversas marcas en un único y personalizado sistema modular.
La explosión del eurorack brinda una nueva edad de oro de la síntesis y la creación sonora, personificada por Caterina Barbieri, experta compositora en sintetizadores analógicos, de quien suena la pieza ‘This Causes Consciousness to Fracture’ (extraída de su trabajo ‘Patterns of Consciousness’).
Paralelamente a este fenómeno, y con el abaratamiento de los componentes electrónicos analógicos, el siglo XXI facilita el revival. Marcas icónicas como Roland, Korg, Sequential Circuits reeditan hoy clones de sus instrumentos más históricos. La inabarcable historia de este instrumento nunca será la misma, pero siempre se repetirá.
El Serge es un sistema de sintetizador modular analógico desarrollado originalmente por el compositor e inventor ruso-estadounidense Serge Tcherepnin, junto con Rich Gold y Randy Cohen a finales de 1972. Gran estudioso y conocedor de estos primeros “Tcherepnins”, el músico holandés nacido en 1979 Thomas Ankersmit se emplea en la ejecución, hoy, de música con estas máquinas de ayer. Fenómenos acústicos, psicoacústicos y otoacústicos, infrasonidos y sonidos ultradireccionales forman parte de su trabajo. Como muestra, un fragmento de ‘Figueroa Terrace’, obra grabada en el invierno de 2011-2012 en los estudios de música electrónica CalArts, los mismos donde el Serge se desarrolló originalmente.