Exclusivas de La Gaceta
Mientras el Parque 9 de Julio vive una etapa de rejuvenecimiento, el Parque Guillermina carga con una paradoja que los tucumanos conocen bien. A la luz del día, sus senderos todavía guardan algo de la dignidad de aquel espacio pensado como un paseo para toda la familia. Amigos, corredores y algunos enamorados se asoman a sus 60 hectáreas para reencontrarse con un respiro verde en medio del ruido urbano a metros de la transitada avenida Mate de Luna. Sin embargo, cuando cae la noche, la antigua quinta de los filántropos Alfredo Guzmán y Guillermina Leston se transforma en un territorio marcado por el miedo. No es una percepción aislada: los propios vecinos lo describen como “tranquilo de día y peligroso de noche”, una frase que resume la dualidad con la que convive este pulmón verde del oeste de San Miguel de Tucumán desde hace años.En marzo, un joven murió al recibir un disparo de un agente penitenciario que habría intervenido cuando un sacerdote era asaltado en una de las entradas al predio. El episodio expuso una vez más la vulnerabilidad del lugar: falta de iluminación, accesos abiertos, basurales en crecimiento y ausencia de vigilancia. Esa postal de abandono se superpone con la memoria de lo que el parque representó y con las reiteradas promesas incumplidas de cercarlo y dotarlo de mayor seguridad.La idea de un cambioDos proyectos presentados en el Concejo Deliberante por Ramiro Ortega y Alfredo Terán, ambos de Fuerza Republicana, pusieron nuevamente en agenda al Parque Guillermina. Aunque parten de diagnósticos distintos, coinciden en un mismo objetivo: darle un nuevo perfil a un lugar que desde hace tiempo reclama intervenciones. Uno de los planes estima la construcción de un anfiteatro municipal abierto y gratuito; el otro busca concesionar 500 metros cuadrados para levantar una confitería con juegos infantiles.El anfiteatro se muestra como una obra pública de alcance social. La idea es que funcione como escenario accesible para artistas emergentes, escuelas y colectivos vecinales, con un diseño sustentable y adaptable a diferentes actividades. No se trata únicamente de sumar infraestructura, sino de habilitar un ámbito que descentralice la vida cultural, hoy concentrada en pocos puntos de la ciudad. La apuesta es que el parque no sea solo un lugar de tránsito ocasional, sino un espacio donde se instale un hábito de encuentro a través del arte y la participación comunitaria.La iniciativa “Guillermina Viva” propone una estrategia diferente. Al señalar la ausencia de servicios básicos, los ediles plantean que la concesión a un privado permitirá sumar una confitería y un área infantil, con el argumento de que esto mejorará la experiencia de los visitantes y estimulará la economía local. La propuesta, sin embargo, abre interrogantes: la gestión de un bien común por parte de un privado siempre exige controles claros, reglas transparentes y un seguimiento que asegure que el beneficio social no quede subordinado al interés económico.El sacerdote agredido cerca del parque Guillermina rompió el silencio: "Fue un intento de robo”Ambas iniciativas responden a lógicas distintas de intervención sobre un mismo territorio. De un lado, la idea de fortalecer el carácter comunitario del parque mediante un proyecto cultural; del otro, la intención de integrarlo al circuito económico a través de un esquema de concesión.Sin embargo, entre el anuncio y la obra concreta suele mediar un largo trecho. Los proyectos primero deberán ser debatidos en comisiones y, recién después, llegar al recinto del Concejo para su aprobación o rechazo. En caso de que avancen, todavía restará definir la viabilidad económica y la disposición del municipio para llevarlas adelante.El pulso natural del parqueLo que hay que tener en cuenta es que allí conviven benteveos, naranjeros, arañeros, chingolos y hasta aves rapaces, que encuentran en la vegetación nativa un espacio de abrigo y alimento. Esa riqueza biológica recuerda que el parque nació como un lugar peatonal, pensado para caminar y pensar, no para ser invadido por cemento ni descuido.La historia del arbolado también refleja con crudeza la dificultad de sostener políticas ambientales en el tiempo. En 2014, desde la Dirección de Espacios Verdes municipal se reconocía que de más de 200 ejemplares plantados apenas habían sobrevivido cinco o seis, arrasados por el vandalismo. Una década después, la gestión de Rossana Chahla volvió a insistir con la forestación: en abril se sumaron más de 65 lapachos, sauces y liquidámbar, en una jornada que buscó concientizar a los vecinos sobre la importancia de cuidar los árboles. El desafío, esta vez, es que esas raíces logren permanecer.Detuvieron a un guardiacárcel por un crimen en la zona del parque GuillerminaLos especialistas advierten que preservar su flora y su fauna no es un detalle ornamental: es garantizar que siga siendo un espacio vivo, donde la naturaleza aún pueda marcar el pulso de la ciudad.En 2015, durante la intendencia de Domingo Amaya (actual presidente del Ente Tucumán Turismo), el Parque Guillermina ya había sido objeto de un maquillaje que buscaba devolverle el brillo. Aquella vez se inauguró un corredor peatonal iluminado, con bancos, nuevas veredas, paneles informativos, canteros y farolas que destacaban los árboles.Casi dos años después, en 2017, el panorama había cambiado. Los vecinos le decían a LA GACETA que el lugar se había transformado en una “selva”, con pastizales descontrolados, canales con agua servida, puentes rotos e inseguridad creciente en los accesos sur. Incluso la Casa Museo (patrimonio de la Provincia) permanecía cerrada y el puente de ingreso estaba derrumbado. La propia Dirección de Espacios Verdes reconocía que no tenía recursos suficientes para mantenerlo, mientras en el municipio se prometían nuevas reparaciones que, otra vez, quedaron en el aire.Un acusado por robo murió de un tiro cerca del parque Guillermina¿Para dónde irá el parque esta vez? Cualquier proyecto que se anuncie será estéril si no se resuelve primero lo esencial: seguridad, limpieza y mantenimiento constante. Sin esas bases, anfiteatros o confiterías quedarán reducidos a escenografías pasajeras. El desafío no es inaugurar obras, sino garantizar que deje de ser un símbolo de abandono y vuelva a ocupar el lugar que merece en la vida de la ciudad.