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Exclusivas de La Gaceta

En Atlético no hubo un resultado que hiciera detonar la crisis. No hubo una goleada que humillara el escudo en la cancha, ni una racha que hundiera al equipo en el fondo de la tabla. El temblor empezó cuando el “Decano” parecía haber encontrado un respiro.Luego de una primera mitad de año llena de pálidas, en este semestre Atlético encontró algunos resultados y ahora, con el descenso casi desestimado y el equipo todavía en zona de clasificación a los playoffs, parecía vivir una tregua. Pero fue justamente en esa calma cuando el conflicto estalló.Lo que debía ser una semana más de trabajo, que le permitiera a Lucas Pusineri y los suyos encontrar aire luego de la caída contra San Lorenzo, terminó convertida en una tormenta interna. Todo comenzó con la decisión del plantel de no concentrarse a raíz de una deuda en premios, pero el reclamo económico fue apenas un pretexto. Lo que apareció detrás fue algo más profundo. Viejos reproches, promesas incumplidas y distancias acumuladas. Lo que se rompió, en realidad, fue la confianza.“Nosotros no reclamamos plata, reclamamos respeto”, dijo Guillermo “Bebe” Acosta, y con esa frase le dio sentido a una crisis que no tiene nada que ver con los números. Acosta habló con la autoridad de quien lleva más de una década defendiendo la camiseta y con el cansancio de quien ya no soporta el destrato cotidiano. Su pedido fue simple, pero contundente. Exigió respeto y palabra; dos cosas que en Atlético parecen haberse devaluado tanto como el equipo en las últimas temporadas.Crisis en Atlético Tucumán: Lucas Pusineri se va y Hugo Colace toma el mandoIgnacio Golobisky, el vicepresidente, parece haberse transformado en el detonante. Su decisión de hablar públicamente antes del partido contra San Lorenzo parece haber roto un pacto interno que el plantel creía vigente. “Nos había prometido que todo quedaba puertas adentro”, lanzó Acosta. Cuando el dirigente salió a exponer la situación, el vestuario explotó; y lo que siguió fue una derrota, un clima insoportable en el Monumental y un grupo de futbolistas que sintió que los habían dejado solos.El presidente Mario Leito intentó luego poner paños fríos, explicar que los atrasos eran mínimos y que los problemas financieros tenían razones externas. Pero ya era tarde. La crisis no nació en las cuentas, sino en la gestión; en la falta de diálogo, en la distancia, en la sensación de que los que mandan ya no escuchan.Doble agendaEl trasfondo político también pesa. No se trata de una interna partidaria dentro de la institución, sino de un contexto en el que varios dirigentes de Atlético están involucrados en la política provincial y nacional; y el conflicto estalló en plena antesala de las elecciones legislativas. Esa doble agenda, entre la gestión del club y la militancia política, parece haber generado ausencias, distracciones y mensajes cruzados, de acuerdo a lo que expusieron los futbolistas. Y en ese escenario, el conflicto abrió un inusitado frente de tormenta institucional.Lo paradójico es que todo esto ocurre cuando el equipo no está en crisis deportiva. Atlético compite, pelea por entrar a los playoffs, mantiene una estructura sólida y tenía un entrenador que, pese al ruido, seguía planificando cada entrenamiento. Pero la noticia de las últimas horas terminó de confirmar el quiebre: la CD decidió cortar el vínculo con Lucas Pusineri. En su lugar asumirá Hugo Colace, técnico de la Reserva, para intentar conducir al grupo en el tramo final del torneo y recomponer, al menos, la calma interna.La salida de Lucas Pusineri en Atlético Tucumán expone la crisis de técnicos en el fútbol argentinoLa crisis de Atlético no es de rendimiento, sino de confianza. No se mide en goles ni en puntos, sino en gestos y en silencios. Los jugadores salieron a hablar porque sintieron que ya no había nadie que los defendiera. Y el hincha, sorprendido, vio cómo un club que había recuperado la estabilidad futbolística se enredaba en su propio laberinto institucional.Acosta, símbolo y capitán, volvió a ser el refugio moral del grupo. Su discurso no buscó dividir, sino recuperar lo que se perdió: la palabra. Esa palabra que, en un club que supo construirse sobre la cercanía y el sentido de pertenencia, hoy parece desgastada.Atlético no enfrenta una crisis de resultados, sino una de confianza. Y en el fútbol, cuando la palabra se quiebra, ningún resultado alcanza para recomponerla.