Diccionario sonoro que recoge los nombres, historias y lugares protagonistas de la emocionante aventura que representa la música contemporánea desde su creación a la actualidad. Más información: march.es/contemporanea
Segunda Guerra Mundial
1940. Alemania está en guerra y el nazismo lleva adelante uno de los planes de exterminio más cruentos de la historia. Millones de personas son reprimidas, encerradas, secuestradas y asesinadas. Artistas, escritores, filósofos y músicos intentan buscar sin éxito una explicación a tanto y tan absurdo horror. Sus ideas y trabajos son proscritos por el régimen; en muchos casos bajo acusación de “arte degenerado” y “bolchevismo cultural”. La solución final también se ceba con la creación artística.
1945. Darmstadt –ciudad del estado federado de Hesse, a unos 30 km al sur del centro de Frankfurt del Meno y a 40 de Wiesbaden– está en ruinas. Con todo, el musicólogo Wolfgang Steinnecke se propone fundar aquí un centro desde el cual divulgar la nueva música y las nuevas ideas después de la Segunda Guerra Mundial. Acaso sea el lugar adecuado para recuperar, desde las cenizas, la expresión de potencia y relevancia. Una generación se ha perdido toda posibilidad de tomar contacto con la obra de Stravinski o Schönberg o Webern. Que la recupere aquí. Tras la catástrofe, la música.
2010. Madrid. Unas palabras de Luis de Pablo:
“El Festival de Darmstadt en aquellos años era algo así como la meca de las músicas que se estaban intentando definir en aquellos años y esto requiere probablemente dos palabras para ser comprendido. La Guerra Mundial había roto la evolución musical tradicional incluso desde antes. Algunos países de tipo totalitario habían prohibido cierto tipo de manifestaciones musicales, porque estimaban que en un caso podrían estimar que eran bolcheviques y en otro caso podrían estimar que eran nacionalistas y decadentes, dependiendo del color de la dictadura. Pues bien, se quedó en una vía muerta completamente una buena parte de la creación musical de la inmediata anteguerra, porque no se protegió la posibilidad de conocerla. Esto fue lo que produjo la explosión de curiosidad que se cuajó en el Festival de Darmstadt”.
La Segunda Guerra Mundial es, sin ningún género de duda y con Darmstadt como prueba, el factor temporal determinante de la revolución vivida en la música de la segunda mitad de siglo. Esta circunstancia no puede celebrarse sin más, por su condición de tragedia, pero uno puede y debe recordar que la música salvó a muchos, si no de la contienda, al menos de parte de sus traumáticas consecuencias.
Gyorgi Ligeti: sus padres, hermano y otros parientes mueren entre Auschwitz, Bergen-Belsen y Mauthausen.
Hans Werner Henze: hijo de un maestro captado por la propaganda nazi, es inscrito por este en las Juventudes Hitlerianas. Poco después, el padre muere en el frente.
Su compatriota, el polaco Witold Lutosławski es capturado por los soldados soviéticos, pero logra escapar en plena marcha al campo de prisioneros. Peor suerte corre su hermano, que muere en un campo de trabajos forzados.
Luciano Berio es reclutado por el ejército italiano, pero en su primer día de servicio resulta herido en una mano mientras aprende a usar la pistola. Después de un tiempo en un hospital militar, escapa y se integra a la lucha antinazi.
Iannis Xenakis sufre, en Grecia, la ocupación nazi en 1941 y poco después de esta, siendo parte del Ejército de Liberación del Pueblo Griego, pierde un ojo. Luego viene el exilio.
La herida de Bernd Alois Zimmerman es de las que no se curan jamás. Él es obligado a alistarse en el ejército con 21 años. De la guerra sale con los pulmones llenos de plomo y la mente trastornada. Solo el suicidio, a los 52 años, es capaz de calmar su tormento.
Entre 1936 y 1939, un jovencísimo Cristóbal Halffter vive con su familia en Velbert, una pequeña ciudad industrial de la cuenca del Ruhr. De aquellos años, recuerda, “aprendí del nazismo que toda Verdad y todo Ideal que se imponen y protegen por la fuerza dejan de ser Verdad y el Ideal deviene falso”.
Tantas obras han aportado evolución y genialidad a la historia de la música como exorcismo a sus creadores.
* La obra de Luigi Nono está determinada por su pulsión política antifascista; véase ‘Il canto sospeso’ (1955-56), compuesta sobre cartas escritas por condenados a muerte de la resistencia europea durante la Segunda Guerra Mundial.
* Steve Reich produce ‘Different trains’, pieza para cuarteto y cinta que confronta los recuerdos de los trenes que toma en su infancia entre Nueva York y Los Angeles con los trenes que transportan a los judíos hasta los campos de exterminio nazis.
* Krzysztof Penderecki compone su ‘Treno por las víctimas de Hiroshima’, para 52 instrumentos de cuerda, un homenaje a las víctimas de la bomba atómica.
* ‘El minotauro’ de Elliot Carter: otro reflejo de las barbaridades de la guerra.
* Pocas obras tan importantes y desgarradoras por su vínculo con la Guerra y sus consecuencias como ‘El canto de los adolescentes’ de Karlheinz Stockhausen, que sonoriza el dolor inmenso del asesinato de su madre, de millones de madres, por los nazis.
* Olivier Messiaen es encarcelado como prisionero de guerra e internado en un campo de concentración en Silesia. Durante su cautiverio compone ‘Quatuor pour la fin du temps’. Un guardia del campo, emocionado por la presencia de un compositor, ofrece a Messiaen todo lo necesario para escribir su obra y estrenarla allí, en cautiverio. Luego, falsifica la documentación necesaria para liberarle.
“Y luego pues hay otros cosas que no tienen directamente que ver con la guerra, pero que tiene que ver con la política, por ejemplo, lo que ocurre cuando tenía los nazis al poder y declaran que la música de los judíos no es tolerable, pero tampoco la que ellos llaman “degenerada” que es la música de vanguardia. Entonces se podía ser prohibido por ser judío o por ser regenerado y en algunos casos por las dos circunstancias, ¿no? Todo esto tiene unas consecuencias grandes, porque es que mucha gente emigre, también que otros hagan circunstancias muy particulares en su obra es el caso de Víctor Ullman, por ejemplo, cuando tiene que hacerlo en un campo de concentración su primera ópera que la llega incluso a ensayar en el campo concentración y después es transferido a Auschwitz y allí muere”.
“Entre todas las artes, solo la música colaboró en el exterminio de judíos organizado por los alemanes entre 1933 y 1945. Es el único arte requisado como tal por la administración de los ‘Konzentrationlager’. Es preciso subrayar, en su perjuicio, que fue el único arte capaz de avenirse con la organización de los campos, del hambre, de la indigencia, del dolor, de la humillación y de la muerte”.
Sirvan las palabras grabadas de Tomás Marco y estas escritas por Pascal Quignard en su ensayo ‘El odio a la música’ –palabras que hay que leer en referencia a las orquestas de los campos de concentración, formadas por orden expresa de los guardias de las SS– como prólogo al ‘Cuarteto nº3 op. 46’ de Victor Ullmann, del que vamos a escuchar un fragmento. Se trata de una interpretación en directo del Cuarteto Bennewitz en la sala de conciertos de la Fundación Juan March, el pasado 3 de marzo de 2021 dentro del ciclo Terezín: componer bajo el terror.