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Exclusivas de La Gaceta

Carlos DuguechAnalista internacionalCuando desde el sector de los Aliados se avizoraba el fin de la IIGM -por los efectos que se iban alcanzando en la gestión militar en Europa- se estaba irradiando al mundo un esperado mensaje. Tras casi seis años de guerra, que tiñó de horror y muerte el continente europeo, además del conglomerado insular japonés, lo que se firmó el 26 de junio de 1945 en el cierre de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Organización Internacional (San Francisco, EEUU) encendió para la Humanidad una luminosidad esperanzada. La Carta de la ONU, con el Estatuto de la Corte Internacional de Justicia que la integra, pasó a ser el “libreto” al que debían ajustarse las actuaciones internacionales de los países miembros. 51, en el inicio.ONU: Primer grave errorUna situación de singular conformación fue la vivida por Argentina que, por las alegaciones del representante soviético Molotov y de otros países de la órbita de la URSS, sufrió un trance que ponía en riesgo su inclusión como miembro de esa ONU que se estaba conformando. La elaborada acusación de “estado progermano” (Léase “pronazi”) por su “no beligerancia” durante la guerra debía impedirle ser parte de la ONU. Finalmente, luego de una reunión secreta a ese efecto de URSS, Reino Unido, EEUU y algún otro país, latinoamericano, se resolvió aceptar la condición impuesta por el representante soviético. Condición para el ingreso de nuestro país: que se les permita a Ucrania y a Bielorrusia ser, también, miembros. Claro que al aceptar esa condición, ya en el inicio de la ONU, se consagraba una irreverencia al mismísimo texto de la Carta que se estaba consagrando como la fuente de la organización. Se le otorgaba a la entonces temida URSS tres votos en la Asamblea General (AG). Y ello a diferencia de todos los otros miembros que sólo tenían uno solo. Simplemente porque la URSS era la Unión de 15 Repúblicas Socialistas Soviéticas entre las cuáles Ucrania Y Bielorrusia. Con idéntico criterio los EEUU podrían haber incorporado algunos o la totalidad de sus 50 estados. Por lo menos dos de ellos para equiparar el potencial de votos soviéticos en la AG. Extraño, irregular y violatorio de la propia Carta. EEUU y todos los miembros, exceptuada la URSS, sólo un voto, tal y como lo establece el artículo 18. ¡La URSS, tres!Partición-ReferendumYa en esta columna lo señalamos. Más de una vez. La ONU, con la Resolución 181 (II) del 29 /11/1947 que dispuso la “partición de Palestina”. La “Palestina del Mandato”, el de la Sociedad de las Naciones que -en la Conferencia de San Remo de abril de 1920- lo otorgó a favor de Gran Bretaña, de conformidad con el art. 22 de su carta orgánica.El clarísimo Art. 73 de la Carta de la ONU incluye una frase que enfatiza el deber de la ONU respecto de “los territorios no autónomos”. La Palestina del Mandato, uno de ellos (1947). “Los Miembros de las Naciones Unidas, aceptan como un “encargo sagrado” la obligación de promover en todo lo posible el bienestar de los habitantes de esos territorios…”. Y en el párrafo 2 del Artículo 1: “Los propósitos de las Naciones Unidas son: “Fomentar entre las naciones relaciones de amistad basadas en el respeto al principio de igualdad de derechos y al de la libre determinación de los pueblos, y tomar otras medidas adecuadas para fortalecer la paz universal”. (lo destacado, a propósito). Siendo ello así puede señalarse lo de la “Partición” como un procedimiento contrario a las disposiciones expresas de la Carta. Y un agravio al derecho consuetudinario que ampara los derechos de los pueblos indígenas sobre sus tierras y recursos. La “Comisión Especial de Naciones Unidas para Palestina” (Unscop; por sus siglas en inglés) debió convocar un referéndum para que la variada población de la Palestina del mandato se pronuncie libremente sobre sus aspiraciones y preferencias. Hubiera sido el legítimo derecho ejercido por una población deseosa de conformar una nación libre, independiente y con reconocida soberanía. Equivocado accionar de la ONU, aunque, aparentemente, bien intencionado. Partir artificiosamente el territorio de Palestina es la semilla de estos frutos. Pero, ya consolidado a medias el proyecto de la “partición” ésta devino en lo que nunca debió ser. Un caldero que recalienta todo el Medio Oriente. Un fracaso de la ONU que, a dos años de su creación con nobles y necesarios objetivos, culmina con un escenario de violencias sin pausas ni límites. La inmediata aceptación de la Resolución 181 (II) de la ONU por, los judíos, marcaría a fuego el tiempo por venir con la inmediata oposición de los palestinos residentes y de los árabes del MO. El sionismo impulsado por Theodor Herzl asignaba a los judíos la pertenencia a un grupo nacional, secular. Y en ello radicaba su razón por la necesidad de un estado que los integrara. La decisión de la ONU de proclamar la “Partición de Palestina” en la resolución 181 de su Asamblea General bien puede evidenciar, en los frutos, el cumplimiento de una cita bíblica: “Porque siembran vientos recogerán tempestades”. Las de este tiempo, las peores. Lo de Gaza, hoy, nada menos.Baste citar dos guerrasCuando en marzo de 2003, luego de un ultimátum desde Las Azores, Bush, Blair y Aznar intiman a Saddam Hussein sobre armas (que no tenía, se supo, y lo confesaron los guerreros, después). No podía tenerlas por el embargo de la ONU. Mentiras para iniciar una guerra de destrucción y saqueo. Culminó en 2011. Una coalición de más de 40 países. Una afrenta al pueblo irakí, con muertos, destrucción y saqueo de bienes culturales y otros. Y mientras, ¿Qué del Consejo de Seguridad (CS)? Nada de nada que el veto, esa llave maestra de los cinco miembros permanentes a disposición de lo que necesitara cada uno de ellos. Los EEUU la utilizan a menudo. Como en este caso. El CS atado de manos y pies, imposibilitado de cumplir sus obligaciones de la Carta: “la responsabilidad primordial de mantener la paz y la seguridad internacionales”. Todo dicho. Un privilegio que asegura a los dueños del “veto” que pueden actuar como quieran, con las armas que posean y en el lugar del mundo que se les ocurra y que, en consecuencia, no podrán ser juzgados. ¡Vaya justicia!Trump ataca a la ONU con un discurso incendiarioLa otra guerra, la que inicia Rusia en territorio ucraniano, nunca pudo ser impedida por el CS porque uno de sus “dueños”, Rusia, es dueño del veto.Y todas las otras guerras o situaciones de violencia que no pudieron ser resueltas por el CS porque en ello les iba ligado el interés de alguno de los cinco poderosos con asiento desde hace ochenta años. Inamovibles.Lo bueno y lo demásLa ONU, ese conjunto de sus organismos y agencias que atienden a una variedad de propósitos, entre ellos la vigencia del derecho internacional público y el derecho internacional humanitario la ubican en un sitial encumbrado por sus propósitos y su accionar. Eso es lo bueno. Ya señalamos esa incongruencia del privilegio absoluto del ominoso veto Se podría reformar la Carta. Claro que sí, necesaria y útil acción en estos 80 años. Pero –y aquí un cerrojo elaborado hace 80 años: el artículo 108 lo prevé. Pero será imposible reformar, por ejemplo lo del “veto”, ese urticante privilegio. Hacen falta las dos terceras partes de la Asamblea General. Y aquí viene el cerrojo absoluto: se necesitan los votos de los cinco miembros permanentes del CS, ¡nada menos! No podemos dejar de decir que nunca se eliminará el privilegio del veto. Nunca. Esa es una rémora harto repugnante del sistema desde los ojos de la percepción democrática. Un pecado original grabado con buriles de ignominiosa factura en el cuerpo social de la Humanidad.