Hay Más

En este tercer episodio de Hay Más, exploramos cómo las comparaciones pueden ser una trampa devastadora para nuestra salud mental y bienestar. Compartiendo una experiencia personal, Stephanie reflexiona sobre el impacto que tuvieron sus expectativas de vida al cumplir 30 años y cómo enfrentar las comparaciones con otros la llevó a encontrar y valorar su definición personal de éxito.

Acompáñanos en este viaje de autocompasión, autenticidad y esperanza, donde recordamos que no estamos solos y que siempre hay una forma de avanzar, sin importar dónde estemos en la vida. Este episodio es para ti, que te has sentido perdido o desanimado, y necesitas una dosis de empatía y reflexión para cerrar el año.

💡 Temas destacados:
• Cómo las redes sociales afectan nuestra percepción de éxito.
• La importancia de construir una definición personal de felicidad y éxito.
• Tres trampas comunes al compararnos con otros y cómo evitarlas.

🎧 Escúchalo ahora y descubre por qué siempre hay más.
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What is Hay Más?

Hay Más es un podcast honesto y personal sobre salud mental, salud emocional, bienestar y el camino hacia una vida plena. Desde la experiencia de alguien que vive y enfrenta desafíos de salud mental, este espacio busca normalizar las conversaciones sobre nuestras emociones, miedos y luchas internas.

Aquí descubrirás que no estás solo. Hablaremos de lo difícil, pero también de lo esperanzador. Porque hay más que sobrevivir; hay conexiones, crecimiento y una vida plena y llena de significado esperándote.

Únete cada dos semanas para escuchar historias reales, reflexiones profundas y herramientas prácticas que te ayudarán a cuidar de tu mente y tu corazón.

Si estás buscando un espacio de empatía, autenticidad y apoyo, este podcast es para ti.

Querido amigo,

Bienvenido a un nuevo episodio de Hay Más, un espacio dedicado a explorar la salud mental y el bienestar desde la perspectiva de alguien que lucha contra este tipo de desafíos, un espacio en el que buscamos recordar que hay más que el dolor, el sufrimiento y la enfermedad. Hay más que este momento. Hay una vida plena que te espera.

Te cuento que tenía muchas ganas de lanzar este episodio justo para el fin de año porque siento que esta época es una de esas en las que fácilmente, a propósito, o inconscientemente, nos ponemos a evaluar cómo nos fue en nuestro año. ¡Y eso hasta puede llevar a una evaluación de más años o incluso de nuestra vida entera!

Creo que es muy valioso para nuestro bienestar y para nuestro crecimiento persona el reflexionar sobre diferentes áreas de nuestra vida. Pero al mismo tiempo, puede convertirse en algo muy peligroso porque es casi inevitable que en algún punto caigamos en las comparaciones con los demás. Y esto, amigo, es una trampa.

Lamentablemente, he caído en esta trampa varias veces en mi vida, pero quiero contarte de la vez que más me ha dañado con la esperanza de que pueda ayudarte en tu propio camino.
Como te comenté en el episodio 1 del podcast, titulado “¿Por Qué ‘Hay Más’?”, el acercarme a cumplir 30 años, un evento que quizás por tradición lo consideraba como algo significativo, fue bastante difícil para mí. Te lo cuento más en detalle aquí.

Yo estudié ingeniería Industrial habiendo elegido esta carrera porque entendía que lo que se aprendía se podía aplicar en cualquier rubro. Esto me hizo sentir como que iba a tener mucha libertad para elegir en qué tipo de empresa trabajar y qué tipo de actividad quería realizar.

En el primer par de años de la carrera, no le di mucha importancia a ese futuro laboral y pude dedicarme solo a estudiar. Eventualmente, tuve que empezar a trabajar en un call center para poder pagar mis estudios. A pesar de que tuve la suerte de no tener que tomar llamadas sino solo correos y chats, esta igual fue una experiencia que no me gustó para nada. Estaba claro que no quería tener nada que ver con empresas de este tipo.

A pesar de seguir bastante perdida en cuanto a qué iba a hacer con mi vida laboral, el paso del tiempo en la universidad fue generando un anhelo en mí por poder llegar a convertirme en una profesional respetada y valorada. Alguien que llegara a ser una experta en un campo específico y que realizara contribuciones notables en este campo. Alguien que tuviera la experiencia, capacidad y habilidades sociales para poder liderar a un equipo de trabajo en una empresa.

En resumen: alguien a quien yo misma pudiera admirar.

Si tú me hubieras preguntado allá por el 2012 con 22 años cómo quería verme a mis 30 años, yo te hubiera respondido con una especie de checklist:

• Una persona que ha trabajado al menos por 4 años en el mismo rubro y ha podido obtener la experiencia y conocimiento necesarios como para que se pueda decir que es una persona que sabe del tema
• Una persona que por su nivel de conocimiento sobre dicho tema ya se ha ganado cierta cantidad de respeto o admiración por sus colegas en la empresa
• Una persona que ya está en un puesto que conlleva una supervisión de un equipo, aunque sea pequeño, o que está bastante cerca de estar en esa posición

Nadie me preguntó cómo me veía a mis 30 años en ese entonces, así que realmente nunca fue algo que formalicé escribiéndolo o contándoselo a alguien; ni siquiera haciendo esta lista mentalmente yo sola.

Estas ideas simplemente fueron surgiendo más o menos de forma inconsciente y arraigándose dentro de mí con mucha fuerza, a tal grado que cuando yo estaba viviendo los últimos meses de mis 29, mi mente instintivamente comenzó un proceso de evaluación que podría sonar algo así como: “Stephanie, ya vas a cumplir esos famosos 30 añitos. ¿Dónde estamos con relación a esa persona que querías ser a esa edad?"

La respuesta era terriblemente decepcionante para mí. Porque es que yo no era, pero ni por cerca esa persona:

• Yo había trabajado haciendo actividades completamente diferentes las unas de las otras
• Y claramente no tenía esos 4 años acumulados de experiencia en una rama específica, ni siquiera tenía 2 años, creo yo
• Mi tiempo récord en una empresa era aproximadamente de 1 año y 4 meses
• Yo no era experta en absolutamente ninguna área
• En ese momento no estaba trabajando en ninguna empresa y estaba infinitamente lejos de ser una potencial supervisora de un pequeño equipo de trabajo

Esta confrontación con la verdad de donde estaba parada yo con relación a la imagen que tenía de mí misma a esa edad como una especie de meta tácita fue muy impactante para mí.

A mis ojos, ¡eran casi polos opuestos!

Pero la tortura mental apenas comenzaba.

En esa época, yo me metía a redes sociales, más que todo a Facebook, solo para entretenerme. No me gustaba compartir de mí, pero sí me gustaba pasearme por ahí para encontrar memes y cosas chistosas que la gente compartía y reírme un rato, y también para tener algún tipo de noción de las vidas y de cómo estaba yéndole a otras personas con las que ya no podía tener tanto contacto.

¿Y con qué me encontraba? Con personas que claramente estaban viviendo el mejor momento de sus vidas. Caras súper sonrientes. Personas felices en su lugar de trabajo en el que habían estado por un tiempo más estable. Maestrías terminadas. Ascensos en el camino laboral. Logros y sonrisas. Logros propios, de amigos o de familiares. ¡Sonrisas y más sonrisas!

Entonces, si ya me sentía impactada con lo lejos que estaba de la persona que quería ser a mis 30 años, ver todas esas diferentes vidas que presentaban a personas que se parecían mucho más a quien yo quería ser, que ya lo eran o que incluso superaban la imagen que yo tenía para mí, fue un golpe muy duro porque mi mente me dijo “¿por qué ellos han podido y tú no?”

¿Y mi respuesta? “Soy un fracaso”.

Me sentí como un fracaso por varios meses antes, durante y después de mi cumpleaños. Ese año en el que cumplí 30 años fue bastante devastador para mí. Esa sensación de fracaso me sumió más en la depresión que ya se había ido formando en mi interior.

Realmente me sentía pésimo conmigo misma, completamente decepcionada de mí y totalmente inferior a la gran mayoría de personas de mi edad que yo conocía. Me sentía avergonzada. Me sentía poco valiosa. Me sentía incluso más desanimada que antes porque ¿de qué servía seguir intentando cosas si de todas formas iba a fracasar?

Todos esos meses fueron de mucho dolor y oscuridad. Muchísima oscuridad.

Pero no sé cómo ni por qué, en medio de todo ese humo negro intoxicante y cegador, surgió como una espinita dentro de mí que me decía que algo no estaba del todo correcto con esa lógica. Esto me impulsó a darle vueltas a estas comparaciones y verlas desde muchos ángulos. Y eventualmente y poco a poco, me fui dando cuenta de que lo que yo estaba haciendo al compararme con estas personas no tenía sentido y que mis conclusiones al respecto no tenían validez, no aplicaban.

Para tratar de verlo de una forma más práctica, imagina que en esta historia existen cuatro personas de 30 años: Stephanie, Juan, Pedro y María. Todos estudiaron juntos ingeniera industrial en la universidad.

1. Juan comenzó a trabajar mientras estudiaba. Logró graduarse con su grupo. Y para ese momento ya tenía al menos un año de estar en la misma empresa trabajando en el área de proyectos. Después de graduarse, comenzó una maestría relacionada con la gestión de proyectos. Lo contrataron en otra empresa para un mejor puesto con mejores condiciones. A sus 30 años ya tiene varios años de estar trabajando en el área de proyectos. Ha podido pulir sus conocimientos sobre esto tanto a través de la práctica como a través de la educación especializada.

2. Pedro comenzó a trabajar justo después de graduarse en una buena empresa en el área de costos. Lleva años trabajando en la misma área y de forma estable en la misma empresa. Ahora es la persona que puede entrenar a nuevo personal que realiza tareas relacionadas a costos. Y es de las primeras en la lista para procesos de selección internos para plazas de supervisión.

3. María comenzó a trabajar a penas un par de años después de haber iniciados sus estudios en la universidad. Desde ese momento en adelante se concentró en el área de finanzas. Logró terminar sus estudios universitarios a tiempo y continuar con una maestría en finanzas empresariales. Actualmente trabaja desde hace al menos tres años en una empresa estable en un puesto de jefatura con un salario atractivo.

4. Finalmente, vamos con Stephanie. Sí. Te voy a hablar de mí en tercera persona, después vas a ver por qué. De Stephanie vamos a hablar un poco más en detalle.

Stephanie trabajó aproximadamente un año y cuatro meses como agente de servicio al cliente contestando chats y correos en alemán mientras estudiaba en la universidad. Se la pasó fatal y terminó odiando el ambiente de los call centers por ser tan restrictivo. Odiaba que tuviera que marcar en un programa hasta cuando iba a ir al baño. Se sentía atrapada y como que se asfixiaba. A pesar de que solo trabajaba medio tiempo, la experiencia la sintió como algo muy pesado, y decidió llevar menos materias un semestre. Por esto, terminó graduándose con el grupo que entró un semestre después que su grupo original.
Después de poder escapar de esa horrible experiencia de trabajo, Stephanie quiso dedicarse únicamente a sus estudios hasta poder terminar la universidad.

Durante el resto de la universidad y después de la experiencia del call center, ella llegó a tener un gran anhelo por trabajar haciendo algo que de verdad le gustara. Al no tener idea de qué era esto, tuvo que ir explorando áreas que le llamaban la atención, todo con su mirada puesta en encontrar esa actividad productiva que abonara a su felicidad.

En el camino desde que terminó de estudiar hasta su cumpleaños número 30, Stephanie había intentado abrir un quiosco de venta de accesorios para teléfonos celulares, en especial estuches protectores, dedicándose a hacer cada una de las tareas que involucra mantener una pequeña tienda informal a su ritmo y en las horas que mejor le parecía. Esto lo hizo con la intención de mantenerse económicamente a ella misma mientras se dedicaba a explorar y aprender sobre la programación de aplicaciones para dispositivos Android, el único tema que le había logrado llamar la atención.

Cuando fue evidente que el quiosco no estaba funcionando, tuvo que trabajar en una empresa formal con horarios establecidos, con estructuras jerárquicas fijas como en cualquier empresa, y con muchos archivos de Excel, un tema en el cual tuvo que convertirse en una usuaria más avanzada para poder hacer mejor su trabajo.

Al darse cuenta de que ese trabajo no la hacía feliz y que no estaba logrando avanzar con sus estudios de programación para Android porque no le quedaba energía para hacerlo, ahorró para poder renunciar tan pronto como pudiera y nuevamente dedicarse únicamente a estudiar Android y poder aprender lo suficiente como para crear sus propias aplicaciones y monetizarlas, o trabajar para otras empresas creándoles sus aplicaciones.

La verdad es que Stephanie dedicó muchísimo tiempo al aprendizaje de Android porque no podía avanzar al ritmo que hubiera sido óptimo porque siempre tenía que buscar una forma de generar ingresos y combinarlo con eso, lo cual no le dejaba mucho tiempo ni energía.

Acercándose al año de su cumpleaños número 30, siempre en la búsqueda de ingresos, Stephanie terminó encontrando, como de milagro, trabajos en formato freelance para empresas del extranjero tanto para traducir artículos del alemán al inglés y más adelante para escribir historias cortas para dormir en inglés.

Irónicamente, después de todas las vueltas y todos los esfuerzos, unos meses previos a su cumpleaños, Stephanie terminó dándose cuenta de que programar aplicaciones para Android no era realmente algo a lo que quería dedicarse. Después de haber llegado a poder crear algo más complejo y funcional, finalmente supo que definitivamente había demasiados aspectos que no le gustaban y solo pocos que sí.

A sus 30 años, Stephanie no era nada de lo que ella quería ser a esa edad. Y encima, no tenía ningún camino. Todo lo que tenía atrás era otro fracaso de haber perseguido aprender algo que terminó no gustándole. No tenía idea de qué otra cosa podría gustarle. Estaba totalmente perdida. Y ver a Juan, Pedro y María hacía que se sintiera como un total fracaso.

Pero en un momento milagroso, Stephanie comenzó a escribir y diagramar en hojas blancas de papel Bond lo que ella hubiera tenido que hacer y lo que hubiera tenido que pasar para que ella ahorita pudiera ser como Juan o Pedro o María.

Y te invito a poner mucha atención a esto:

• Stephanie tendría que haber empezado a trabajar en una empresa como mínimo justo después de terminar de cursar todas sus materias de la universidad
• Ella tendría que haberse mantenido trabajando a lo largo de los años en una misma área de interés. Estas últimas dos cosas para darle la oportunidad de ganar la experiencia y aprendizaje necesarios para poder pulir sus conocimientos en dicha área y poder ser ascendida, tener mejor salario o incluso un puesto de supervisión

¿No suena tan difícil?, ¿verdad?

¡Alto ahí, amigo!

Primera trampa de compararse con los demás:

1. Creer que tienes exactamente la misma personalidad, gustos, características de salud y recursos que la otra persona.

Por lo que has escuchado, creo que podrás haber entendido ya que Stephanie no se siente cómoda trabajando en un ambiente de trabajo tradicional con horarios y jefes. No solo no se siente cómoda, sino que es muy infeliz. Se asfixia.

Stephanie simplemente no está construida para poder florecer en una empresa tradicional como Juan, Pedro y María lo han podido hacer.

Haber seguido la vía tradicional para ella hubiera significado un nivel inmenso de miseria y dolor. Al llegar a los 30, Stephanie podría haber sido un éxito basándose en la imagen que ella había anhelado muchos años antes para ella misma a esa edad, pero respecto a quien Stephanie resultó ser en términos del mundo laboral en la vida real, Stephanie hubiera sido realmente infeliz llegados sus 30 años.

La realidad es que Stephanie jamás hubiera soportado estar trabajando como una empleada tradicional todos esos años por sus rasgos de personalidad que la hacen que tenga características específicas a ella. La imagen que ella anhelaba simplemente es incompatible con su forma de ser.

Ahora, la segunda trampa de compararse con los demás:

2. Enfocarte únicamente en la historia que cuentan las fotos.

Como te dije, todo el mundo sonríe en redes sociales. Y si alguien no está completamente sonriente probablemente es porque está emocionado y quizás hasta llorando de la emoción por algo que consideran muy positivo. Nadie quiere andarse exponiendo al público en los días o momentos en que están serios, enojados, furiosos, frustrados, perdidos, desconectados, neutros, y ni se diga llorando por cualquier emoción no placentera fuerte.

Stephanie inmediatamente ve sonrisas y piensa que Juan, Pedro y María están felices con esa historia que cuentan sus fotos. Pero la verdad es que una foto es una captura de lo que alguien decide demostrar en un segundo en el tiempo. Y los que las vemos no sabemos nada más que eso: lo que nos quisieron mostrar en ese segundo.

¿Será que Juan y María querían trabajar mientras estudiaban?
¿Podría ser que les costó mucho avanzar con sus estudios mientras trabajaban?
¿Será que Pedro quería empezar a trabajar tan pronto después de graduarse?
¿Será que Pedro está harto de estar en la misma empresa?
¿Será que a Juan realmente le gusta el área de proyectos?
¿Será que más quería María a sus 30 años era tener al menos un hijo?

No tenemos idea de si estas personas realmente están felices o hasta qué punto lo están en sus vidas.

Y esto nos lleva a la tercera y última trampa de compararse con los demás.

3. Creer que mi definición del éxito es igual a la de la otra persona.

Esta tercera trampa es en mi opinión la más importante porque podríamos decir que de esta se desprenden las anteriores. De alguna forma esta las engloba. Y es tan peligrosa porque es algo que puede pasar de forma completamente desapercibida.

Lo más clave en la historia de estas cuatro personas es que solo conocemos la definición personal de éxito de una de ellas, de Stephanie. Ella lleva años anhelando encontrar una actividad productiva que abone a su felicidad, algo que le guste de verdad.

Esto nos revela nuevamente que la imagen de éxito que se formó en Stephanie en algún momento para su yo de 30 años es totalmente incompatible con su definición personal de éxito porque está vinculada a ser una empleada trabajando en una empresa tradicional, siguiendo un proceso tradicional de ascensos jerárquicos, viviendo con un horario tradicional, con exigencias tradicionales. Y esto, repito, es asfixiante para Stephanie.

Además, observemos que, según la definición de éxito de Stephanie, ella tendría que haber sabido qué área de trabajo le gustaba desde que terminara sus estudios universitarios para poder comenzar a pulirse en ella a través de los años hasta llegar a los 30. Nuevamente, si Stephanie no sabía qué le gustaba en ese momento, era imposible que ella pudiera comenzar ese viaje laboral “a tiempo”, por así decirlo, para haber logrado tener una trayectoria similar a la de Juan, Pedro y María.

¿Qué quiere decir esto?

Que Stephanie a sus 30 años se ha mantenido fiel a su definición de éxito personal. Ha trabajado duro por encontrar una actividad productiva que le guste de verdad. Ha probado lo que le llamaba la atención bastante como para poder saber si le gusta o no. Y ha hecho otras cosas para mantenerse económicamente. En ese camino ha ido aprendiendo más qué cosas no le gustan y al menos descartando opciones. Y si ella aún no ha encontrado esa actividad no es algo por lo que puede culparse. Al final, no se puede obligar a nadie a que algo le guste.

Considerando quién es Stephanie y qué considera ella como éxito, se puede concluir que ella ha estado haciendo todo lo posible, su mejor esfuerzo por encontrar lo que para ella significa el éxito. Y esto, al menos para mí, la convierte en alguien para nada fracasada, sino en alguien a quien yo misma puedo admirar por su persistencia, por su esfuerzo, por su autenticidad, y por su paciencia, aunque ella no esté viendo estas cosas y todo lo que ve es que en comparación con Juan, Pedro y María es un fracaso.

¿Qué más quiere decirnos esta tercera trampa?

Que ni Stephanie ni nadie que vea una foto puede saber si alguien se siente feliz, exitoso, fracasado, lo que sea, porque no sabemos qué es lo que ellos realmente querían y quieren. No sabemos cuál es su definición personal de éxito. Elaborando un poco más con la situación de Juan, por ejemplo. ¿Qué sabemos si Juan se dedicó al área de proyectos porque vio que estaba funcionándole bien en términos de salario y no porque le gustara mucho? ¿Qué sabemos si Juan realmente está insatisfecho porque no tienen ninguna actividad en su vida que le apasione o porque pasa muchas horas haciendo algo que no le agrada mucho? O por el otro lado, puede ser que Juan sea alguien que se ve altamente motivado por sus ingresos y que se siente feliz a pesar de que no le encante lo que hace.

En resumen, lo que quiero decirte, amigo, son dos cosas súper importantes:

1. No conocemos las historias de los demás normalmente, excepto en el caso de que seamos muy cercanos a estas personas. Ciertamente si es alguien con quien solo te cruzas de forma virtual y estática al ver una foto de él sonriendo en alguna red social, te aseguro que no tienes idea de qué está pasando en su interior y de cuáles son sus motivaciones internas y lo que esta persona realmente está buscando.

2. Aunque conociéramos la historia de alguien perfectamente, sus motivaciones, su definición personal de éxito y resultara que fuera la misma definición que la nuestra, esa persona va a tener una personalidad diferente a la nuestra, es decir, va a tener gustos y preferencias diferentes, fortalezas diferentes, áreas de mejora diferentes, diferentes niveles de tolerancia hacia distintos escenarios, un perfil de salud física y mental diferente. Puede ser que tengan alguna enfermedad crónica ya sea física o mental o que gocen de excelente salud, puede ser que tengan a alguien más de quien cuidar o que no, que tenga insomnio, que sean súper energéticos, que sean morning persons, que odien las mañanas, que tengan bajos niveles de energía, que tengan preferencias y estilos de trabajo muy diferentes a los nuestros.

Cada ser humano es tan complejo y único que, aunque pusiéramos a dos personas con la mismísima meta bajo las mismas condiciones de vida, el trayecto de cada una de ellas no sería el mismo. Uno de los dos va a llegar antes que el otro a la misma meta, pero esto no tiene nada que ver con que sea mejor que el otro, tiene que ver con quién es esa persona y cómo funciona.

Por más trillado que pueda sonar, es completamente lógico decir que la única persona con quien puedes compararte es contigo mismo.

Te agradezco mucho si llegaste hasta acá. Y si estás pasando por una etapa en la que no te estás sintiendo bien contigo mismo, en la que te está siendo fácil sentirte menos o sentirte como un fracaso, te invito a que hagas una pausa y trates de extraerte de la situación.

• Trata de olvidarte por unos minutos de lo que piensa el mundo y de lo que es común o no y pregúntate: ¿cómo quiero que sea mi vida? ¿qué situaciones contribuirían más a mi felicidad? ¿cómo veo yo el éxito en mi vida? Date permiso de conocerte más y de ser quién eres para poder lograr contestar a estas preguntas de forma más acertada y cercana a tu realidad personal

• Escribe tu historia en tercera persona. Escríbela o cuéntasela a alguien como si estuvieras hablando de alguien a quien quieres mucho. Haz el experimento y te darás cuenta de las formas tan diferentes y mucho más acertadas y saludables en las que puedes llegar a percibirte a ti mismo.

Bueno, llegamos al final de este episodio que es un poco más largo de lo que quisiera, pero creo que es un tema importantísimo y que puede ser algo complejo. Creo que merece el tiempo que le hemos dedicado. Otro día te cuento sobre cómo logré encontrar otra cosa que explorar que creía que podía gustarme: ¡sip! Escribir. Y súper feliz te cuento que mi primer manuscrito está en manos de una editora ya, quien me dará su feedback editorial para tomarlo en cuenta antes de la edición final y futura publicación. Estoy bastante emocionada por esto, y si te gusta leer, te voy a mantener al tanto de cómo va el proceso de mi primera novela.

Finalmente, amigo, quiero pedirte que, si te gustó o ayudó este episodio, que dejes un comentario, que sigas al podcast, que dejes una reseña o que lo compartas con alguien a quien creas que puede ayudarle. Te lo voy a agradecer mucho ya que con esto contribuyes a la calidad del contenido del podcast y a que más personas puedan descubrirlo.

Te deseo un 31 de diciembre que puedas disfrutar y un inicio del año con un poquito más de ánimo, esperanza o claridad que el año anterior.

¡Gracias por estar aquí! Nos vemos en el próximo episodio. ¡Y ánimo! ¡Porque siempre hay más!