La biblioteca de Julio

Jung, fundador de la escuela de psicología analítica, sostiene que en cada individuo habita el “inconsciente colectivo”, formulado en constructos culturales universales, los “arquetipos”. Julio atesora este libro de sueños, que aquí lee el escritor Manuel Astur e interpreta el profesor y terapeuta de sueños Javier Esteban.  

What is La biblioteca de Julio?

El escritor Bruno Galindo nos acerca a la figura y la obra del escritor argentino Julio Cortázar a través de los libros que le acompañaron durante su vida, guardados en la Biblioteca de la Fundación Juan March. Este podcast indaga en sus anotaciones personales, sus subrayados, sus dedicatorias y traspapeles. Reúne a Cortázar con sus autores favoritos y, a todos ellos, con sus lectores-oyentes en el siglo XXI.

LBdJ Carl Gustav Jung. “Psicología y alquimia”

28. “Psicología y alquimia”. Carl Gustav Jung. Santiago Rueda Editor. Buenos Aires, 1957.

Un tomo de cerca de 500 páginas de papel satinado, muy agradable de acariciar. Pesa, pero es flexible. Aún tiene el precio: 250, creemos que pesos argentinos. Está muy anotado, pero tenemos serias dudas de que sea la letra de Julio. Además, él nunca escribe en rojo. ¿Quién lo hace entonces? No lo vamos a saber nunca. Por estar el libro impreso en Argentina, país de alta proclividad a la psicología, millones de personas pudieron ser dueñas de este libro antes que él.

Carl Gustav Jung (Kesswill, Suiza, 1875 – Küsnacht, 1961) es médico psiquiatra, psicólogo y ensayista, fundador de la escuela de psicología analítica. Emparentado con Sigmund Freud –con quien colabora en un principio– enfatiza en la conexión funcional entre la estructura de la psique y la de sus manifestaciones culturales.

Sostiene que en cada individuo habita, claro, lo inconsciente, pero parte de este inconsciente forma parte a su vez de una memoria colectiva que no es exclusivamente propia: es lo que llama el “inconsciente colectivo”. Esos recuerdos heredados componen la materia prima de nuestra cultura, que para él se formula en arquetipos, constructos culturales universales, latentes en el mundo invisible de cada persona.

Así Jung, gran humanista, incorpora a su metodología nociones procedentes de la antropología, el arte, la mitología, la religión, la filosofía y, como aquí, la alquimia y la interpretación de los sueños.

En “Psicología y alquimia”, el autor sostiene que los fenómenos observables del inconsciente, esto es, los sueños y las visiones, contienen elementos simbólicos que también se encuentran en el simbolismo de la alquimia.

“Los símbolos oníricos de proceso de individuación son imágenes de índole arquetípica que se manifiestan en los sueños y que describen el proceso de ‘centración’, o sea, la formación de un nuevo centro de la personalidad. Su función propia consiste en una compensación de la conciencia”.

Esta circunstancia hace posible la comprensión de las enigmáticas ideas herméticas, que se caracterizan por constituir tanto paralelos como oposiciones de las representaciones fundamentales del cristianismo.

“Por eso San Agustín agradeció a Dios el que no lo hubiera hecho responsable de sus sueños. El inconsciente es un elemento psíquico que solo aparentemente, y además con gran detrimento de la conciencia, puede amaestrarse”.

De este estudio resultan no solo profundas visiones de la psicología y la religión de los antiguos alquimistas, sino, además, conocimientos particularmente importantes a los efectos de comprender al hombre moderno.

“Se sustrae y permanece sustraído a toda arbitrariedad subjetiva; es un dominio de la naturaleza que no puede corregirse ni corromperse, y cuyo secreto sólo podemos entrever, pero no tocar con las manos”.

Se cuenta que, cuando tenía tres o cuatro años, Jung soñó que descendía por un oscuro agujero en pleno prado, y que, en el fondo, se encontró un arco franqueado por una cortina verde. El pequeño Carl corrió la cortina y descubrió al otro lado la cámara real de un palacio, atravesado por una alfombra roja, que recorrió hasta el final. Allí le esperaba un monstruo en forma de árbol, con piel humana y un ojo. Justo en ese momento su madre gritó desde la superficie: “¡Míralo! ¡Es el comedor de hombres!”. Entonces, se despertó.

Ahora el que sueña es otro. Este soñante, mientras estuvo bajo su observación, nada supo de estas interpretaciones y por lo tanto no estuvo de ninguna manera prevenido.

Entramos, ahora, en el mundo de los sueños, de las visiones, de las representaciones hipnagógicas.

“El soñante está en una reunión y al despedirse, en lugar de ponerse su sombrero se pone el de otra persona”.

El comentario, en su condición de cosa que cubre la cabeza –colige Jung– tiene en general el significado de lo que hay ‘dentro de la cabeza’.

“A orillas del mar. El mar, invadiéndolo todo, se precipita a la tierra. Luego el soñante está sentado en una isla solitaria”.

El mar es el símbolo del inconsciente colectivo, por debajo de su luciente superficie oculta profundidades insospechadas.

“Una serpiente describe un círculo alrededor del soñante. Éste está arraigado en el suelo como un árbol”.

Describir un círculo mágico es un medio mágico antiquísimo del que se sirve quien tiene un propósito singular y secreto. […] Arraigado en el centro del círculo, el soñante compensa su casi incontenible impulso de huir del inconsciente.

“Un arco iris debería servir como puente, pero no debe pasarse por encima de él, sino por debajo. El que lo atraviesa por arriba cae y muere”.

Solo los dioses pueden pasar con éxito por el puente del arco iris; al intentarlo, los mortales dan en la muerte, pues el arco iris no es sino hermosa apariencia, que se extiende en el cielo, pero no un camino para hombres atados a lo corporal.

“Un paisaje verde donde pastan muchas ovejas. Es ‘el país de las ovejas’”.

Este extraño sueño podría proceder de impresiones de la infancia, especialmente de representaciones religiosas; por ejemplo, “El Señor me hace pastar en un verde prado”, o bien la alegoría del cristianismo primitivo de las ovejas y el Pastor.

“Una incursión peligrosa, con el padre y la madre, por muchas escaleras que suben y bajan”.

Desde luego que no podemos liberarnos de la infancia sin habernos ocupado antes, muy a fondo, de ella, como sabemos desde hace mucho tiempo por las investigaciones de Freud. Un conocimiento meramente intelectual no basta; lo único efectivo es un recordar que al propio tiempo sea un ‘revivir’.

“El soñante está en América y busca, para emplearlo, a un hombre que tenga la barba en punta. Se dice que allí todo el mundo tiene un empleado así”.

América es el país de las líneas prácticas, rectas, no sospechoso de las complicaciones europeas. El “hombre de la barbilla en punta” es nuestro antiguo conocido Mefistófeles; representa el intelecto.

“Una larga peregrinación. El soñante encuentra en el camino una flor azul”.

La peregrinación es un andar por caminos sin fin y por esto mismo es al propio tiempo una búsqueda y una transformación. La flor azul, un amable recuerdo lírico y romántico brotado en la época de su juventud, cuando la imagen científica del mundo no se había separado aún dolorosamente de la vivencia real del mundo, o más bien cuando comenzó precisamente esa separación.

“Una calavera. El soñante quiere apartarla pero no puede. Poco a poco el cráneo se transforma en una esfera roja, luego en una cabeza de mujer que irradia luz”.

Los monólogos de Fausto y Hamlet recuerdan la terrible falta de sentido de la existencia humana apenas se extiende sobre ella “la palidez del pensamiento”.

“Gran esfera transparente que contiene muchas esferas pequeñas. Arriba crece una planta verde”.

La esfera es una totalidad que abarca todos los contenidos, por lo cual la vida, paralizada por inútil lucha, vuelve a ser posible.

El profesor y terapeuta de sueños Javier Esteban nos habla de Jung, de sueños, de Cortázar y de este libro.

“Es como aquello que contaba Joseph Campbell ¿no? Que Freud estaba buscando, estaba pescando el inconsciente y sacó una sardina ¿no? Estaba apoyado así sobre una roca, sacó una sardina y de repente se dio cuenta de que estaba sentado encima de una enorme cabeza de ballena. Pues algo así le ocurre a Julio Cortázar cuando en un viaje, de improvisto, aburrido, además, le visitan las musas en forma de universo mitológico griego y es algo que él va a tratar de explicar, va a tratar de coordinar a través de sus trabajos, va a tratar de relacionar a través de sus cuentos con el inconsciente colectivo, con las figuras arquetipales, y en su estudio de Jung y por eso yo creo que estaba este libro en la biblioteca de Julio Cortázar”.

“Luego claro que están otros aspectos de conexión entre la obra de Jung y Cortázar ¿no? En aquel cuento, ‘Las instrucciones para John Howell’, en el que el protagonista es una persona que debe actuar en una obra de teatro. Bueno, pues esto se lo va a encontrar de frente a través de una anécdota de un estudiante que visita París; no se atreve –dice él– a conectar con Cortázar y precisamente se llama John Howell. Otro John Howell, o este mismo John Howell, porque se parece bastante la cosa, un buen día es invitado a actuar en una obra de teatro como el protagonista del cuento, e inmediatamente después se encuentra el relato de Cortázar. Con lo cual, ahora sí, se atreve, le escribe y Cortázar percibe eso como una sincronicidad y como un aviso del destino para seguir buscándose y buscar”.

“Es el único libro que guardo de mi maestro de sueños, Luis Cencillo, y es un libro que es la piedra del escándalo para mí de la psicología jungiana, porque cuando analiza el soñante no nos suele ubicar ante lo que está sintiendo, lo que está padeciendo, lo que le está ocurriendo al soñante, sino simplemente y de un modo abstracto, lo que en el soñante hay de humano y en él puede haber de arquetípico, en él puede haber de mítico. Entonces, es un maravilloso diccionario de símbolos dinámico aplicado y es un escandaloso ejemplo, en mi opinión, de terapia, pero esta es mi opinión”.

“El soñante, el médico, un piloto y la mujer desconocida vuelan en un avión. De pronto, una bola de ‘crocket’ hace añicos el espejo, que es un instrumento necesario a la navegación, y el aeroplano se precipita hacia abajo”.

El médico, el piloto y la desconocida están caracterizados como pertenecientes al ‘non ego’. Parece que el avión ha volado demasiado alto. El ‘crocket’ se juega en la tierra y no en el aire. No hay que elevarse con intuiciones “espirituales” por encima de la tierra, esto es, por encima de la dura realidad.

“En el mar hay un tesoro. Hay que sumergirse en el agua pasando por una estrecha abertura. El paso es peligroso, pero abajo se encontrará un compañero. El soñante se aventura a dar el salto en la oscuridad y al llegar abajo descubre un hermoso jardín de formas regulares, que exhibe en su centro una fuente de surtidor”.

En el mar del inconsciente está oculto “el tesoro difícilmente accesible” que solo los valerosos conquistan. Hago la conjetura de que el tesoro es también el “compañero”, es decir, alguien que, junto a nosotros y con nosotros, atraviesa la vida. Como los discípulos en el camino del Emaus, Krishna y Arjuna en la Bhagavadgita, Moisés y Chidher en el sura 18 del Corán.

“Un reloj de péndulo que marcha continuamente sin que bajen las pesas”.

Un perpetuum mobile, un movimiento circular eterno.