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Exclusivas de La Gaceta

En 2016, Gustavo Cordera pronunció unas frases que marcaron un quiebre en su trayectoria pública. “Es una aberración de la ley que si una pendeja de 16 años con la c... caliente quiera c... con vos, vos no te las puedas c.... Hay mujeres que necesitan ser violadas para tener sexo porque son histéricas y sienten culpa por no poder tener sexo libremente”. Desde entonces, su nombre quedó asociado a esas palabras. La sanción social fue inmediata: rechazo, repudio, exclusiones. Cordera se convirtió en un ejemplo de lo que hoy llamamos “cancelación”.Pero, al mismo tiempo, la cultura que cancela no parece funcionar con la misma intensidad en todos los casos. El recorrido muestra figuras que, a pesar de haber atravesado situaciones graves, permanecieron en el espacio público sin el mismo nivel de cuestionamiento. El ex futbolista Héctor “Bambino” Veira, condenado en los años 80 por la violación de un menor, continuó su carrera como entrenador, comentarista y figura televisiva durante décadas. Carlos Monzón, condenado por el femicidio de Alicia Muñiz, fue y sigue siendo homenajeado como ídolo del boxeo. Norberto Aníbal “Pappo” Napolitano, con denuncias por violencia, nunca dejó de ser celebrado como ícono del rock nacional, por poner algunos ejemplos.¿Cuál fue el motivo del escándalo?: qué dijo Gustavo Cordera hace 10 añosEl presente también ofrece ejemplos. Sebastián Villa, con condena en la Justicia por violencia de género, fue recibido como figura en Mendoza, donde cada gol atenúa el recuerdo de sus antecedentes judiciales. Martín Cirio, que atravesó un escándalo por publicaciones en redes sociales, sigue ocupando un lugar de visibilidad: en su streaming opina, insulta, califica y ridiculiza a mujeres, y esa práctica no solo no se sanciona, sino que muchas veces se aplaude.Entonces, ¿qué hace que algunos nombres queden fijados en el estigma y otros logren permanecer, incluso celebrados? ¿Cuánto tiempo debe transcurrir para que un artista o un deportista deje de estar marcado por aquello que dijo o hizo? ¿Quién establece la medida de lo imperdonable y lo que se puede pasar por alto?La cultura de la cancelación aparece como un dispositivo de memoria selectiva. En algunos casos, funciona como una marca que nunca se borra. En otros, se diluye en la excusa del “era otra época”, del talento que justifica, del entretenimiento que compensa. ¿Qué diferencia a Cordera de Veira? ¿A Villa de otros jugadores? ¿A Cirio de quienes fueron desplazados por comentarios similares?Las respuestas no parecen claras. Quizás porque no se trata de un fenómeno homogéneo, sino de un entramado donde pesan múltiples factores: el contexto en que ocurre, el lugar que ocupa la persona en el mundo del espectáculo o el deporte, la capacidad de reinventarse, la disposición de la audiencia a tolerar. Tal vez también tenga que ver con la industria: si vende, si genera rating, si llena un estadio, entonces la sanción social se relaja.Fecha de caducidadEl tiempo también introduce una pregunta inevitable: ¿hay una fecha de caducidad para la cancelación? ¿Es posible hablar de una suerte de purga, después de la cual alguien puede volver a ser aceptado? O, por el contrario, ¿hay casos en los que la memoria colectiva nunca otorga esa posibilidad? En el sistema penal, una persona cumple una condena y, en principio, recupera su lugar en la sociedad. La sanción social, en cambio, no parece tener un límite temporal definido: a veces es perpetua, otras veces se disuelve rápidamente, y en muchos casos depende menos de la gravedad del hecho que de la disposición colectiva a perdonar u olvidar.Gustavo Cordera rompió el silencio: sus disculpas en el programa de Mario PergoliniLas entrevistas recientes a Cordera, una con Pedro Rosenblat y otra con Mario Pergolini, reactivaron estas discusiones. No tanto por lo que dijo en esta ocasión, sino porque su sola presencia en los medios vuelve a poner en escena lo ocurrido hace casi una década. Cada aparición suya se convierte en un recordatorio. ¿Por qué algunos tienen esa marca indeleble y otros no?La noción de “referente” también entra en juego. Hasta hace no tanto tiempo el “Bambino” Veira estaba sentado en los programas deportivos. Se celebran los goles de Villa mientras la tribuna grita su nombre. Se mantienen estatuas de Monzón que resaltan su grandeza deportiva. En todos esos casos, el recuerdo de las condenas y de los hechos convive con la admiración.La cultura de la cancelación, entonces, no es unívoca ni definitiva. Parece más bien un campo de disputa en el que se juegan valores sociales, necesidades de consumo, olvidos intencionales y negociaciones colectivas. Los interrogantes quedan abiertos: ¿qué se perdona y qué no? ¿Por qué algunos logran escapar del estigma y otros no? ¿Cómo se construye la memoria pública de una figura?