El escritor Sergio del Molino conduce esta serie de conversaciones literarias en la Biblioteca del Patio de la Fundación Juan March. Nueve figuras de la escena cultural española —músicos, escritores, cineastas, modistas— escogen un libro de entre nuestras estanterías: aquel que les inició en la lectura, inspiró su vocación o definió su vínculo con la literatura. Desde Galdós hasta Tintín, pasando por Chesterton, Michael Ende o Jack Kerouac, los invitados de la Biblioteca del Patio se retratan como lectores a través de sus autores de cabecera.
La biblioteca del patio
Episodio 1. Michael Ende, con Paula Ortiz
Nuestra primera invitada nos lleva al mundo de la infancia, de los primeros deslumbramientos, de la iniciación por la lectura, y lo hace con un libro, ‘La historia interminable’, que comparte con millones y millones de lectores en todo el mundo que se iniciaron en la fantasía, en la lectura, en la imaginación, a través de sus páginas. Paula Ortiz, cineasta, directora de películas como La Novia o La Virgen Roja, le costaba, a Paula le costaba distinguir la realidad de la ficción, y leyó ‘La historia interminable’, de Michael Ende, de una forma muy peculiar, que yo creo que todavía le influye mucho en su vida como adulta, y nos lo va a contar en esta conversación. Soy Sergio del Molino, estamos en la Fundación March, y esto es La Biblioteca del Patio.
Cuando me propuse la lista de invitados que iban a pasar por La Biblioteca del Patio, la condición que puse es que fueran gente... muy buenos lectores, gente que yo sé que además que tiene mucho que decir sobre la literatura, pero que no fueran escritores, o que no sólo fueran escritores, sino que fueran gente del mundo cultureta. Y ahora me entra la duda de si Paula Ortiz es escritora también, porque yo siempre he pensado ¿por qué Paula Ortiz no es escritora?
¿Lo has pensado?
Lo he pensado de verdad, sí.
Pues porque... Pues porque no. Porque me da muchísimo pudor, incluso los guiones cada vez, luego los reescribo enteros, pero de entrada cada vez tengo más pudor a ser yo la que escriba. Creo que a mí la escritura, en muchas ocasiones diarias, sí que me provoca... creo que la escritura y el llanto es lo que me provoca más limpieza. Llorar un rato o escribir un rato te hace un lavado interior que probablemente sea lo más eficaz. Pero es cierto que le tengo tanto respeto, soy tan feliz y he sido tan feliz leyendo, tanto... que me da miedo no saber hacerlo yo. Es la misma razón por la que hago películas, porque he sido muy feliz viendo películas. Pero la escritura me da... Hay algo en el goce de una palabra tras otra, en cómo las colocáis los que sabéis, que cuando yo me pongo a escribir me parece... Tengo que escribir bajo 'deadlines' muy cerrados, con mucha prisa, tienes que entregarlo y guiones que su forma en sí nunca van a ser la palabra. Hasta ahí le tengo yo...
Pero haces un cine muy literario –sé que ese adjetivo se puede usar de forma peyorativa para un cineasta, pero en tu caso ni muchísimo menos – muy literario en muchos aspectos, en muchos sentidos. A ti te gusta mucho la palabra. Es un cine donde evidentemente la poética está en la imagen, pero también en la palabra, en lo que no se dice, en el uso, en la indagación de personajes como Teresa de Jesús... Creo que tu mundo es profundísimamente literario.
Es que de verdad creo que, lo que te decía, que fundacionalmente yo me echo tanto o más de lo que he leído, sobre todo a unas edades, y a unas edades ya bastante amplias. A día de hoy, de hecho, una de mis sensaciones más incómodas. Es decir: "Que no leo, que no leo, que no leo, que no leo suficiente, que no leo o que no tengo el tiempo de lectura al ritmo... Yo leo muy lenta. Yo sé que tú lees súper rápido. Yo leo muy lenta y me gusta leer lento. Es algo que como que los tempos se construyan dentro y cuando se construyen dentro ha sido pues eso, tan gozoso en general, tan gozoso, desde viajes horribles a viajes maravillosos, pero que es verdad que cuando tengo que tirar de fuentes para hacer el cine, todo es literario en ese aspecto que sí que puede ser entendido por la contraposición que se hace a veces de o lo cinematográfico o lo literario como como algo opuesto, que no lo es. Y es literario en tanto en cuanto los personajes o las historias o los textos a los que voy y de los que mamo... además me gustan los grandes y me gusta la gente muerta, grande, que ha crecido con el tiempo, que todo el mundo tiene algo en su cabeza y yo digo, pero puestos a rehacerlo en una experiencia nueva en el cine, ¿por qué no? Y me gusta lo literario en el sentido también de lo que no es solamente retractable por la cámara, el aquí y el ahora fotográfico: este vaso, esta escena, interior, día. No, cuando lo literario de la capacidad de traspasar eso y también me gusta el cine, que se salta esa obligación exclusiva de realismo que a veces se le adscribe al cine por la cámara, por el cine en sí. Y luego me gusta la palabra, gozo la palabra y gozo los personajes que usan la palabra poco, mucho... no lo sé, quiero decir, por ejemplo, fue un reto para mí hacer a Hemingway por su uso de la palabra, porque es antitético al mundo.
A esas cosas me refería.
Y luego a Teresa, porque Teresa es gozar cada vez que la lees, cada vez que tiras de sus palabras. Yo no he visto a nadie que las ponga así, por eso volaba, quiero decir, por eso volaba, o nos hacía volar, porque ella estaba construyendo un mundo donde ella estaba volando y tú vuelas con ella solo a través de palabras. Teresa es solo palabra.
Nos has traído ‘La historia interminable’, que es un libro que yo creo que a ti te gustaría adaptar. Te encantaría adaptar.
Ya está hecho.
Ya lo sé que está hecho, pero bueno, las adaptaciones pueden hacerse mil veces. Pero ¿sabes qué pasa? Yo es una de esas películas que vi con seis años en el cine, luego, y que no quito que viera la película, a que luego leyera el libro a los nueve.
O sea, primero la película y luego el libro. Sí. Y yo me enamoré de Atreyu.
Realmente. Realmente. En el libro.
Yo creo que mi primera conciencia del amor fue Atreyu. Así te lo digo. Qué maravilla.
No fue un niño de mi clase. Fue un personaje que era medio indio, tenía un dragón, un caballo, y para mí sería bastante imposible rehacer la que hay. No puedo hacer otra versión amor la mejor que la que hicieron, ni un Come Piedras mejor que el que hicieron.
Sí me gustaría, fíjate, y esto no es la primera vez que lo he dicho, hacer una readaptación de 'Momo'. Pero de ‘La historia interminable’, que para mí es texto sagrado, no sé si... Texto sagrado en plan Dostoievski. En plan la Biblia.
En plan la Biblia. Porque eso sí que me dices que tú haces una lectura, la primera lectura que haces de ‘La historia interminable’ es una lectura literal.
Adaptaría antes la Biblia que ‘La historia interminable’, fíjate el respeto que le tengo.
Hombre, pues yo creo que la Biblia es más fácil de adaptar.
Yo también lo pienso.
Tiene más cuentos, están más acotados, bueno.
Tiene menos niveles de lectura que ‘La historia interminable’ también.
Tú haces una lectura a los nueve años literal, o sea, la lectura adecuada que hay que hacer de ‘La historia interminable’. Tú te lo crees todo.
Sí, yo fui Bastian y yo viví lo que estaba viviendo Bastian y yo deseaba vivir y yo tenía otra amiga con la que intentábamos hacer lo que hacía Bastian, a ver si de una vez podíamos ir a Fantasía.
¿Cómo os ibais? ¿A las librerías de viejo? ¿Qué hacíais?
Yo tengo un montón de historias interminables en mi casa. Tengo una que es la primigenia, con los dos colores, con la portada cobre, con el auryn. Tengo un auryn, me regalaron un auryn... Todo, todo, todo. Sobre todo, fíjate, mi sensación es que la puerta a Fantasía estaba en lo que describen, era seguir muy al pie de la letra las escrituras. Y las escrituras dicen que la nada, en realidad ese umbral de la nada, es lo que unía este mundo con aquel. Y la nada son nubes. Y yo cada vez que en mi pueblo hay una tormenta, considero que es un buen momento. Aún lo pienso, ahora no lo hago, pero lo pienso. Cuando la nube es muy negra, digo, ahora. Eso lo hacía yo de pequeña. Cogía la bici y me iba a ver si, yendo hacia la nube, yo podía...
¿Y ahora no coges la bici y vas?
Ahora lo pienso, alguna vez sí. Mira, esta Semana Santa lo hice en un momento dado y me mojé. Sí, sí, sí. Pero esto lo digo como algo muy serio.
Sí, lo estoy tomando completamente de serio. Creo que la fe literaria es algo muy serio.
Es algo muy serio. Entonces, la iniciación a la lectura es religiosa, en tu caso. Absolutamente.
Absolutamente religiosa. Es algo como si... Sí, sí, sacerdotal. A lo que profesar, yo le profeso fe total. Mi vida se ensancha bajo límites insospechados que no puedo demostrar gracias a la literatura. El tiempo es mejor, mi mundo es más rico, es todo más divertido, es todo... No sé, a mí me ha hecho muy feliz y yo muchas veces pienso... Bueno, esto lo decimos muchas personas que nos gusta leer la sensación de que no te acabas de derrumbar del todo, que yo no me derrumbaré nunca del todo porque hay sitios a los que puedo ir.
No llegas a fantasía, pero hay otros sitios a los que puedes ir. ¿A qué otros sitios te llevó? O sea, porque no entrar en fantasía debe ser frustrante.
Muy frustrante, sí.
¿Tu primera frustración, tu primera gran frustración o tu primer gran fracaso creativo es no entrar en fantasía?
Sí, sí, sí. Pero fíjate que también entendí la contradicción de que igual no se podía entrar en Fantasía, pero que si algo sacabas de aquí era... Bueno, una de las... No diría lección, porque tampoco es un libro que de lecciones, pero de las sensaciones que te llevas es... Cuanto más deseas, más deseos, más grande todo, a más sitios podrás ir. Entonces, este poder del deseo, de no dejar de desear, que es lo que te mantiene... Bueno, que es lo que mantiene la imaginación, que es lo único que necesitamos para vivir. Bueno, no es lo único, pero es una parte...
Igual hace falta alguna cosilla más.
Igual hace falta comer, dormir y tal. Pero no la capacidad imaginativa y el territorio de la imaginación, el que se abastezca del deseo... Eso, por un lado fue frustrante, pero por otro lado, entender eso tan pronto fue muy guay.
¿Lo entendiste entonces? Porque es una reflexión muy adulta.
Eso te lo estoy nombrando así ahora.
Por eso digo.
Pero sí entendí que cuanto más imagines es mejor. Cuando el sistema... No diría el sistema, pero la escuela no te favorece... No te inventes. No seas Antoñita la Fantástica. Yo he salvado mucho... Bueno, hasta ahora estar aquí... Y fíjate, ahora me he llenado de miedos en las películas y de saber si hago esto, entonces necesitaremos no sé cuántos camiones de luz y no me van a dejar, entonces no lo voy a hacer. Pero entonces no tenía ningún miedo a imaginar, e incluso en los exámenes de literatura, por ejemplo, en la universidad. Cuéntame esto del Quijote. No me acuerdo mucho, pero me lo voy a inventar. Sin ningún pudor. Y colaba.
¿Y colaba?
Claro que colaba.
Claro que colaba. Claro que colaba, porque no se lo habían leído tampoco el profesor.
No lo entendí como te lo acabo de nombrar ahora, que ahora me doy cuenta que eso es una cosa, bueno, no sé, de valor incalculable, que me ha hecho riquísima, aunque no tenga un euro. Pero algo entendí de que eso estaba bien. Y hay otra gente que no. Que no inventes. No inventes. Esta es un mantra del colegio. Error, mal. A, entonces B. No, no es C. He puesto C. No, es B. No inventes C. Entonces, como el camino de pensamiento al que nos llevan es no inventes, el que alguien me inoculara, porque yo lo creí, como las santas escrituras que eran para mí, el no, no, inventar es bueno. Inventar es bueno.
Eso no te lo diría tu padre. Pero vienes de una tradición de profesores de literatura, y la literatura se respiraba en tu casa también por eso, ¿no? Pero no lo diría.
No.
¿No? ¿No te frustraría, no te diría no inventes? No.
No me decían nada. No te decían nada. La realidad es que luego, creo, esta cosa de los hijos de profesores, ya tú sabes. Luego, no te dicen nada. Ahora, sí me dejaban, bueno, me dejaban libros, me daban libros. Ellos no venían de esta tradición literaria. Bueno, ellos venían, quiero decir, eran profesores de lengua de literatura española, muy, lo que había por casa era todo muy español. Mucho Lorca, mucho Valle Inclán.
Es de lo que tú te has nutrido también. Tú estás en Lorca, estás en todo.
Sí, pero mi verdadera movida es la literatura fantástica adolescente, que creo que es lo que hay que leer siendo adolescente. Bueno, cada uno que tire de lo que quiera, ¿no? Pero, no sé, como nunca me dijeron, si no me dijeron no inventes, tampoco me dijeron inventa.
Pero volviste un poco extraña para ellos, saliendo de Lorca y yéndote por fantasía, ¿o no?
Bueno, yo creo que le podía haber dado por otro lado. No sé, mi hermano juega al básquet y yo leía ‘La historia interminable’ La leí una vez cada verano.
¿Una vez cada verano?
Durante muchos años.
¿O sea, te la sabes de memoria?
Ahora ya hace mucho que no me la leo, pero he intentado… No, ahora mismo no me la sé de memoria, pero sí, sí, tengo bastante claros los vericuetos por donde me metía.
¿Por qué crees que hay que empezar, luego has matizado y dices, bueno, cada uno empieza por donde quiera, vale, sí, pero por qué crees que la fantasía es una buena entrada a la literatura? ¿Por qué crees que es mejor puerta que otras?
Bueno, primero creo que la llegada a la literatura, la llegada a la ficción, a los mundos que no existen tienen que ser sin obligación. Me parece que cuando alguien te dice, tienes que hacer eso, tienes que, hay una barrera ahí que tienes que superar, entonces… Luego, lo que nos dicen que tenemos que leer, 'El lazarillo de Tormes' está muy bien y yo ahora valoro muchísimo 'El lazarillo de Tormes', pero esto de que tengas que meter entre pecho y espalda a los trece años 'El lazarillo de Tormes', puede que no. Puede que no entiendas la dimensión de muchas cosas y, sin embargo, la fantasía ensancha tus límites empequeñecidos de tu cuarto, de tu gente, de tus cosas.
Pero eso no lo puede hacer el colegio, ¿no? Eso tiene que ser una cosa que salga tuya, espontánea. Yo en eso soy muy radicalmente contrario, porque yo creo que sí que soy partidario de un sistema nazi de iniciación a la lectura…
Sí, claro, yo estoy ahora ahí.
Dudo que la función de la escuela sea motivar la lectura. Creo que la función de la escuela es transmitir conocimiento o que salgas con una mínima noción de la materia en la que estás y, bueno, pues sí, evidentemente, 'El lazarillo de Tormes' puede ser muy indigesto a los doce o los trece años, pero tampoco nadie ha sufrido un trauma irreversible por tragarse un libro que no entiende.
Bueno, yo me leí en la carrera a 'Fray Gerundio de Campazas alias Zotes' y te aseguro que hubiera preferido…
Pero no te ha alejado.
No, para nada. Me dio cosas, ahora entiendo a un señor también.
Claro.
No, no, no es malo en ningún caso. Pero a la fantasía se llega por otros sitios. Quiero decir, Tolkien, todos esos mundos. La cuentística se llega… los cuentos, que en realidad de lo que yo me doy cuenta es que yo estoy hecha de cuentos, todos estamos hechos de cuentos, de muchísimos cuentos. Luego tú, internamente, en cada momento vital, tienes que ir eligiendo el cuento que te va, que te toca. Pero estamos hechos de cuentos. Adquieran los cuentos la forma que adquieran. Y los cuentos, como decía, ¿tú te acuerdas aquella serie que luego me enteré que dirigía Anthony Minghella, de Jim Henson? 'El Cuentacuentos'.
'El Cuentacuentos'... No me acuerdo de esa, no.
Pues era una serie que contaba cuentos de la misma época, que también tenía marionetas, mezclaba seres humanos. Jon Hamm con… Jon Hamm no. John Hurt, con un perro, una marioneta, contaba cuentos. Y decía, cuando el pasado se explicaba con cuentos, el presente se explicaba con cuentos y el futuro se predecía con cuentos.
Qué bueno, pues voy a apuntar esa serie.
Y te la ves ahora y sigue estando muy bien porque han recreado esos cuentos matéricamente. El efecto ha envejecido muy bien. Jim Henson vivía un poco en ese mundo a caballo artesanal y de fabricar la realidad de la ficción.
Había una cosa que me gustaba mucho del creador de Barrio Sésamo, Jim Henson, y es que tenían una norma en la cual cuando entraban los niños que iban a visitar el set, esto igual te lo sabes, pero recibían de vez en cuando un grupo de niños escolares, ¿No? Entonces, en el momento en que entraban los niños en el plato, los titiriteros no existían. Tenían que actuar, tenían que meterse en el personaje como si fueran ellos siempre y no salirse del personaje mientras hubiera niños por ahí circulando. Porque no podían romper esa barrera. Aunque no estuvieran grabando, estuvieran tomando un café, pero no podían decir: Oye tío, me voy a tomar un café. La rana Gustavo tenía que ser la rana Gustavo mientras hubiera un niño delante. Y eso creo que es leer como tú ‘La historia interminable’. Y es la única forma de leerlo, en serio, yo creo. Y es la única manera de hacerlo y de seguir haciéndolo.
Y luego ya creo que eso te da, esto es como, no sé, la fantasía es como el bilingüismo.
Ay, qué titular más bonito. La fantasía es como el bilingüismo.
El bilingüismo, si realmente es bilingüismo, te da la noción de que hola es 'hello' también. La realidad no es una, es 'hello' y hola. Pues la realidad no es una, se despliega de muchas maneras. Eso a mí me parece que es buenísimo. Si eso de verdad lo entendiésemos, imagínate ahora mismo, sería mucho más fácil. Y que el reflejo de lo fantástico de verdad te hace mejor. Y de lo fantástico, entendiéndolo como los cielos y los infiernos que te puede dar lo fantástico, que son mucho más terribles, mucho más hermosos que tus propios límites. A mí me flipa Santa Teresa, Teresa para mí, porque es absolutamente fantástica. Su cabeza es fantástica, pero pura fantasía. Toda ella se nutre de generar en palabras mundos fantásticos, visiones fantásticas. Claro, esta tía... me parece un ser superior. Y me parece que, si somos capaces de transitar y de habitar esos mundos, pues tu vida es mejor y tu capacidad de comprender este mundo tal cual y todas las cosas que es imposible comprender sino de otra manera porque son irreales, son imposibles, son contradictorias... Yo creo que hay veces que solo se puede entender a través de lo fantástico. Esta cosa, yo lo explico muchas veces cuando daba clase a los alumnos, porque yo sí creo en esto, creo que la cultura española en particular, porque la anglosajona no es tan así, igual es la mediterránea, no es la española solamente, Italia también, tenemos como un empuje realista, muy empuje a tierra. Y eso hace que el arte bueno sea el arte realista. Y el arte realista, el realismo no es más que un código más. Un código muy importante, porque refleja con mucha proximidad lo que ocurre. Y eso ayuda. Pero cuando de pronto son códigos que se alejan, a lo mejor ayudan más. Yo es que soy absolutamente...creyente.
Pero igual también es muy contradictorio en ese sentido. Voy a contar algunas anécdotas, intimidades, privacidades, que esto gusta mucho luego a la audiencia. Tú y yo nos conocemos desde hace muchísimo tiempo.
Desde antes de lo que nosotros dos incluso sabíamos.
Muchísimo antes, desde los tiempos del instituto en Zaragoza. Nuestros mundos entraban en colisión, porque yo era 'heavy' y tú perteneces a otra tribu...
Entonces éramos Capuletos y Montescos de dos barrios distintos.
Totalmente, de dos barrios distintos.
Y no había una torre en Verona, no había forma de que aquellos dos mundos... Pero nos teníamos fichados, coincidíamos, había un espacio en común.
Que somos del mismo curso, que lo sepa la gente también. Nosotros somos del mismo curso...
Pero Capuletos y Montescos. Aunque yo aparente un detritus humano, pero fíjate. La vida nos ha tratado muy bien.
Nos ha tratado muy bien, eso es verdad. Es decir, sí, ¿para qué negarlo? Si lo pueden ver, aquí están las pruebas.
Y ese mundo de Zaragoza, de los años 90 que veníamos, no es el mundo en el que todo el tiempo podía inspirarse. Nosotros no teníamos un bosque de ninfas alrededor, no teníamos un mar, no teníamos un paisaje evocador. Era un mundo verdaderamente urbano, duro y demás. En nuestro caso, es mucho más difícil llegar a la fantasía. Es mucho más difícil... Si tú no crees que hay elfos en el bosque de al lado de tu casa, es mucho más difícil tomarte en serio la fantasía. La fantasía es una construcción literaria ya de primeras. Pero como dices, por las tradiciones, para un inglés que vive en un bosquecillo, es muy fácil creer en las hadas. Porque las tiene al lado, si tú has crecido en una granja, pues claro, en ese bosque hay hadas. Pero para nosotros las hadas son una invención literaria completamente. Llegar a ese mundo, desde donde venimos, es tremendo. Eso, por una parte, es la pregunta. Y la otra es... A mí me gustaría que hicieras un recorrido de cómo llega Paula Ortiz a ser Paula Ortiz.
Porque a mí...
No sé ni quién soy....
Pequeño. En el sentido de que nos conocemos a los escritores, al mundo cultureta que vivimos, nos conocemos ya de adultos ya hechos. Porque ya hemos hecho películas, ya hemos escrito libros. Pero en nuestro caso nos hemos conocido mucho antes. Hemos visto lo que éramos antes y lo que hemos sido después. Y entonces podemos ver la enorme diferencia, el abismo que hay entre esos orígenes y cómo ese chaval o esa chavala de barrio pueden llegar a ser lo que es. Te he lanzado dos cosas. Para que perores lo que tú quieras.
Pues te las voy a relacionar. Porque tú me dijiste una vez, y es verdad, cuando presentabas La España vacía, que cómo era posible que... Te lo leí en La España vacía, que tú tenías más que ver con un cantautor irlandés que con un compañero de clase. Y a mí me ocurría lo mismo. Y cómo también quizá nosotros venimos de Zaragoza, que es ciudad media de provincias por antonomasia, de interior, Aragón, polvo, niebla, viento y sol. Y de dos barrios trabajadores, que sí, no tenemos queja, pero tampoco era aquello...
Claro, no. Elfos no había.
Elfos no había. Arquitectónicamente, digámoslo ya, eran feos de cojones. Las calles por donde nos movíamos.
Eso es.
Nos rodeaba, bajo cánones cinematográficos, de los Nueva Yorks, las Highlands...
No crecimos en la Nápoles de Sorrentino ni nada de eso.
Entonces, tú dijiste que por qué no. No que tuviésemos un valor específico, por poder imaginar fuera de ahí, pero que por qué no. Tú intentabas desmontar, y me pareció muy bonito, también esa especie de romantización del barrio, de lo obrero, diciendo que se puede ser obrero y barrio de muchas maneras. Hay una romantización también de esa cosa, de los barrios de los 90, los que somos. Pues no lo sé cómo llegamos. A lo mejor no es tan fácil. A lo mejor era por la pura contradicción y ansia de ver un hada al final de la Avenida San José, que era donde vivíamos tú y yo. No, seguro que no. Pero no lo sé. Igual era una escapatoria que te daba más anhelos o que incluso era más plena por ser tan distinta. No lo sé. Sí que es cierto que el código a lo que te empuja si luego tú vas a ser narrador de tu realidad, porque es como que tienes que empezar siendo narrador de tu realidad para autorizarte como narrador o narradora, no hubiéramos ido ahí. Claro, nuestra autorización como narradores era el barrio de San José de Zaragoza. Pero, sin embargo, la literatura misma y la música y la fantasía y la risa y todo eso es lo que es que expande tu cabeza y menos mal a cualquier persona. Y ahora, no lo sé, mi madre es de un pueblo de Teruel que tiene 14 habitantes. Imagínate si tu solo horizonte son esas 14 personas en un lugar donde no hay nada, nada de nada. Es que, por no haber, no hay montaña, claramente. Por no haber, no hay árboles, claramente. Hay campos que, bueno... esa nada, de eso sí provenimos, de un cierto paisaje vacío del que tú reflexionaste muy bien, esa nada a lo mejor por dialéctica lleva a otros sitios. No lo sé, estoy ahora filosofando por filosofar.
No, no, claro, por eso hemos venido.
Y esta cosa del recorrido, pues es que es cierto que yo lo primero que quise ser, muy niña, y mis padres hasta decían esto no existe, mi madre que es muy pragmática, por muy profesional de literatura que sea, yo quería ser cuentacuentos y astronauta.
¿Cuentacuentos y astronauta? Son dos labores incompatibles. Si te pones la escafandra no puedes contar cuentos.
Las llevé muy lejos las dos, porque yo llevé desde el estudio de física y tal.
Claro, pero puede ser cuentacuentos de día y astronauta de noche, pero no puede ser astronauta y cuentacuentos a la vez.
¿Por qué no?
Porque la escafandra no te deja hablar. ¿Cómo vas a contar cuentos así con entrecortado en la radio?
Ya, el sonido, la onda sonora y tal. Bueno, bueno.
Llegan con 'delay'. El 'delay' puede ser bien bonito contando con las elipsis.
No, pero termina, que te interrumpido. Astronauta y cuentacuentos.
Sí, y es cierto que yo pasaba muchas horas leyendo, eso es verdad. Yo no salí de ser rata de biblioteca, de ser ratona que pasa más horas leyendo que... O mis sensaciones eran más horas dentro que fuera. Aunque fuera, eso es falso, seguro. Pero mi sensación es que el tiempo de lectura se expandía de manera muchísimo más ávida y eso hacía que yo... Tenía la sensación de que vivía muchas más horas dentro hasta mis veintiii... Donde empecé a decir: "Ay, Dios mío, que me he tirado la vida en la biblioteca". Bueno, igual hay que salir un rato.
Bueno, hay que salir.
Yo empecé a ver tarde y mal y empecé a descubrir los placeres de la vida. Y digo... Y entonces ahí también entran sus contradicciones. Pero sí que es cierto que... Es que, en los cuentos, particularmente en los cuentos populares de todo tipo de tradiciones, es donde yo más horas he pasado y a los que más vuelvo a la tradición oral. O a esa invocación de tradición oral que a veces es falsa. Quiero decir, volviéramos a los Tolkien o a una historia interminable. O sea, una especie de... Bueno, de utopías medievalizantes quizás o cuentísticas que rehacen todas esas mitologías fantásticas que yo querría vivir ahí. Y a mí sí me preguntas ¿qué películas querrías hacer? Y yo querría hacer esas películas –Esto alguna vez te lo he dicho–, yo querría hacer 'Blanca Flor, La hija del diablo'. Yo querría hacer, –me lo preguntaste una vez, en una charla que nos preguntaste a varios directores–, y yo te dije, 'Amadís de Gaula', ¿por qué no? Si se está haciendo Juego de Tronos, explícame cuál es la diferencia. Es verdad que sigo siendo muy feliz ahí. El otro día no sé qué pasó, y estaba con unos amigos, y dices, ostras, que te sale un lado friki. No sé cómo salió el tema de Leonor de Aquitania, El amor cortés. Y digo, ¿y esto? Esto está muy desaprovechado. Esto está muy desaprovechado en el cine. Igual había una cosa del patriarcado y tal, pero no, me metí y me pareció muy interesante. Cuidado.
Bueno, estamos haciendo proyectos nuevos.
Leonor de Aquitania, que casaron a una hija con, me puso "frikísima", con un hijo, se vino aquí, Leonor de Plantagenet, con un hijo de Alfonso X el Sabio, que tampoco se entiende cómo no se ha hecho una película. ¡Qué fantasía de reinado!
Yo como tengo una educación más realista y menos fantasiosa, y además yo creo...
La música también me pasa, el tema fantástico de la música, o la tendencia a eso.
Todo vas ahí. Yo tiro más hacia las guerras carlistas, que me parece que están muy desaprovechadas también. Absolutamente, por otro lado. O sea, un tío, un monje que va en un burro con un trabuco por los tierras de España, eso es Tarantino.
Pues llama a Tarantino.
Vamos a llamar a Tarantino que nos haga una película de las guerras carlistas, que es lo que nos falta, ¿no? Y yo te hago Amadís de Gaula. ¿Sabes qué escena iba a hacer de arranque? A ver. Como la de malditos bastardos, pero con unos buenos carlistas.
Pero claro, es que es una brutalidad aquello... Es maravillosa.
Oyéndote ahora, se me ha ocurrido que tu iniciación en fantasía y en el mundo fantástico, en la literatura fantástica de niña y adolescente, creo que te ha hecho una persona llena de bondad. De verdad. Y yo no tuve esa escapatoria. Mi iniciación también, yo era un niño que leía mucho y que estaba siempre ratón de biblioteca, pero con una tradición mucho más árida. Y me enfoqué a una música también que yo creo que expresaba mucho rabia y frustración por el mundo en el que estaba, el mundo duro en el que me había tocado vivir. Y creo que eso me ha hecho retrasar mucho la llegada de la bondad a mi vida. Creo que tuve que pasar unas fases de rabia y broncas durante un tiempo y de enfado por el mundo y superarlo y tener una adolescencia un poco más larga y oscura de lo habitual. Pero creo que tú llegaste a la bondad mucho antes, gracias a esto.
No sé si a la bondad. Pero esa rabia que tú dices, yo la transité con la melancolía. Que luego me he dado cuenta de que es muy mala. Muy mala. También, quiero decir, te vas dando cuenta de... La transité, porque esto también son... Al tener algo tan nostálgico, tan romántico, es muy melancólico. Y eso, mal. Cuando me he hecho mayor he dicho, no, melancolía fuera, no la necesitamos para nada. El río melancólico es sangre seca que se te queda ahí, ya muerto para siempre. No, no. Y sí es cierto, no sé si la bondad, pero hay una raíz, que así me va, que me como unas hostias en la vida. De verdad te lo digo. Pero hay una raíz muy idealista en todo esto, muy platónica, en vez de aristotélica. Sí, tiendo a la idealización platónica. Tengo un ramalazo platónico inevitable que no es bueno. Tampoco lo catalogo como algo bueno.
Te podría haber dado por el nazismo como los que iban a ver Wagner.
Es que cuidado con el nazismo, que no le de por el nazismo a gente.
Me podría haber dado por matar, porque es la mitad de la población. Y es verdad que mi proceso a día de hoy, pero incluso cuando luego he decidido hacer películas, que es algo que te lleva enorme..., es un trabajo directamente abocado a la frustración. Porque lo que hay en tu cabeza, lo que quieres hacer, es muy contradictorio, porque está abocado a la frustración. Nunca va a salir. La realidad se va a imponer y no va a ser como debía. No va a haber recursos, van a ocurrir todo tipo de cosas, todo el rato, siempre. Y tu trabajo es vadear que no esté pasando lo que debería pasar en tu mundo ideal. ¿Qué pasa? Que luego también hay un montón de gente contigo, que es la parte más divertida de lo que hago, queriendo que pase eso. Y eso es una cosa que también me devuelve a mí esa fe en la bondad humana, en el poderío que tenemos. Y es muy contradictorio. No lo sé, no lo sé, no lo sé. Pero sí que es cierto que esa parte idealista, que es verdad que a mí me la ha hecho este tipo de fantasía y el afán por navegar las poéticas, esas poéticas puras. Yo soy muy feliz en San Juan de la Cruz, en Teresa, en Rumi, muy, muy. A mí dame un ahí que me meto. ¿Y a dónde se llega después? Pues en Leonard Cohen, que es lo mismo, pero melancólico. Y hay días que tengo que parar. No darle al 'play' de Leonard Cohen. No, no darle.
No vaya a ser que acabemos en Leonard Cohen y acabemos tomando fármacos.
No, claro, es que los desequilibrios de cualquier exceso. Y la ira cada vez yo... Para mí es una lección vital cuán necesaria es la ira. Cabrearse bien.
Pero aquí no. No, nosotros no. Queremos bondad.
Hemos transitado la melancolía y estamos a un paso de cambiar el set y poner dos divanes para poder hacer un poco de psicoanálisis. Yo muy mal y tú... Pero así es la biblioteca del patio y así es la vida de los lectores. Hemos empezado con Bastian y hemos empezado con cómo se sumergen los libros y cómo de ahí leer literalmente. Y hemos hablado de lo que van los libros, de la vida, de cómo nos influyen. Y creo que de eso va la literatura y de eso va la conversación. Con lo cual para mí ha sido un gustazo enorme haberte tenido y haber compartido un poquito y que hayas sido tan generosa de charlar y de desvelar esa atroz adolescencia.
La mayoría del rato nos lo pasábamos comiendo pipas. Pero en algún lugar del cerebelo estaban pasando cosas de estas.
Sí, sin duda. Paula, muchísimas gracias por haber venido. Gracias.