El escritor Bruno Galindo nos acerca a la figura y la obra del escritor argentino Julio Cortázar a través de los libros que le acompañaron durante su vida, guardados en la Biblioteca de la Fundación Juan March. Este podcast indaga en sus anotaciones personales, sus subrayados, sus dedicatorias y traspapeles. Reúne a Cortázar con sus autores favoritos y, a todos ellos, con sus lectores-oyentes en el siglo XXI.
Robert Graves 'La diosa blanca'
La biblioteca de Julio. Un pódcast de la Fundación Juan March. Un acercamiento a la figura y la obra de Julio Cortázar a través de los libros que le acompañaron durante su vida.
39. La diosa blanca. Robert Graves. Vintage Books, Random House, Nueva York, 1948.
Es uno de los cinco libros del poeta, ensayista y novelista británico que hay en la biblioteca. La tipografía utilizada ha sido la electra. El diseño de cubierta —con un retrato espectral de la diosa a base de trazos mostaza y azul cobalto— es de Milton Glaser, el creador del famoso logo setentero de “I love NY”. Esta “Gramática histórica del mito poético” costó $1,65. Está dedicada, con grueso rotulador, por un tal Paul, cuya caligrafía coincide con la de Paul Blackburn, poeta y traductor de 'Rayuela', buen amigo y, por un tiempo, agente literario de Julio en Estados Unidos.
Sí: es Blackburn: Le escribe: “Julio, un mejor libro, si acaso, porque trata más de la diosa que del héroe”. Y nosotros interpretamos que Paul y Julio han debido contarse que les gusta más el Graves de los mitos, dualidades y misterios, que el que se ha hecho célebre con sus trabajos de investigación histórica sobre la vida del emperador romano Claudio. Es decir, 'Claudio, el Dios y su esposa Mesalina' y 'Yo, Claudio', convertido esta última en famosa serie de televisión en el 76… con esta sintonía que está sonando.
Nace en 1895 en Wimbledon, Londres, hijo de Alfred Perceval Graves, escritor irlandés, y Amalia von Ranke. De la escuela va directamente a la I Guerra Mundial, como capitán de los Fusileros Reales de Gales. Su principal interés está en la poesía. Aparte de un año como Profesor de Literatura Británica en la Universidad de El Cairo en 1926, se gana la vida escribiendo, sobre todo novelas históricas como las que hemos mencionado. Entre sus libros de no ficción más renombrados están 'Los mitos griegos', su biografía 'Adiós a todo eso' y este 'La diosa blanca', donde explora la figura femenina en la mitología y la poesía.
Pero hay mucho más que contar sobre su figura, central en las letras británicas. Es una suerte poder contar para ello con el testimonio y el recuerdo de su hijo, Tomás Graves.
"Robert escribía a plumilla y con tintero y tenía un secretario que pasaba sus obras a limpio ya que él nunca supo usar una máquina de escribir y tampoco conducir un coche. Las únicas máquinas con las que tuvo una relación cercana eran su fusil en la guerra y su máquina de imprimir manual, con la que editó siete libros a mano. Tenía un horario muy estricto y a la familia nos estaba prohibido hacer ruido cerca de su estudio. Y por la tarde caminaba hasta el pueblo a recoger y leer el correo para contestar las cartas cuando volviera a casa. Quedan más de 10.000 cartas suyas transcritas en una base de datos, pero él habría escrito muchísimas más".
Más sobre la vida de Robert Graves:
"Después de una educación británica de principios del siglo XX –él nació en el reinado de la reina Victoria– tuvo como todos los de su generación una sólida base en el mundo clásico y eso le sirvió luego para sus novelas históricas y sus libros sobre los mitos griegos, los mitos hebreos y el libro 'La diosa blanca', como inspiración poética y la diosa como deidad destronada por el patriarcado traído por los ganaderos de Asia cuando invadieron Europa. El veneraba a la diosa a través de su poesía, pero también la saludaba nueve veces la primera vez que le veía la luna creciente. Sabía más que nadie cosas de la Biblia y el Evangelio y sus raíces en otras religiones, pero no era creyente. Como decía él: 'Condición anglicana, religión ninguna'".
Vida y búsqueda de un hombre de la contracultura que vive hace ya muchos años bajo los estatutos libertarios de lo que hoy llamamos poliamor.
"Después de la guerra después del drama de la primera guerra vienen los locos años 20, que trajeron nuevas maneras de vivir que él compartía con sus amigos Leonard y Virginia Wolf, con Gertrude Stein y otros. Se casó con una artista feminista que rechazó cambiar su apellido a Graves cuando se casaron. Tuvieron un 'menage a trois' con la poeta americana Laury Riden, con la que finalmente Robert viajó a Mallorca cuando se separó de su mujer Nancy. Los años 60 eran para él una continuación de los años 20, los liberadores años 20, con el interés de los 'hippies' por las filosofías orientales y el amor libre, y se abrió bastante a ese movimiento hippie. Sus investigaciones sobre el uso de los alucinógenos en la Grecia clásica y su libro sobre el culto a la diosa madre le ganaron la reputación como casi un gurú de la contracultura. Hasta Bob Dylan llevaba un ejemplar de 'La diosa blanca' encima.
Robert era una persona con una fuerte personalidad y mucho genio, pero también muy generoso con su tiempo y su dinero ayudando a muchos jóvenes poetas y escritores a conseguir publicar sus obras".
La diosa blanca reconstruye el lenguaje mágico de la Europa antigua mediterránea y septentrional. “Mi tesis”, dice Robert, “es que el lenguaje del mito poético era un lenguaje mágico, vinculado a ceremonias religiosas populares en honor de la diosa Luna, o Musa, algunas de las cuales datan de la época paleolítica, y que éste sigue siendo el lenguaje de la verdadera poesía. Ese lenguaje fue corrompido al final del período minoico cuando invasores procedentes del Asia Central comenzaron a sustituir las instituciones matrilineales por las patrilineales y remodelaron o falsificaron los mitos para justificar los cambios sociales. Luego vinieron los primeros filósofos griegos, que se oponían firmemente a la poesía mágica porque amenazaba a su nueva religión de la lógica. Bajo su influencia se elaboró un lenguaje poético racional –ahora llamado clásico– en honor de su patrono Apolo, y lo impusieron al mundo como la última palabra respecto a la iluminación espiritual”.
"Para Robert lo único que de verdad le importaba era la poesía. La prosa era necesaria para pagar las facturas. Intentó también aportar alguna información útil para sus lectores, y, de hecho, muchos de sus libros han sido compañeros de escritorio para generaciones de lectores y han abierto las mentes a la importancia de nuestros mitos".
¿Qué leía Robert?
"Por placer leía las novelas de George Simenon, o sea, las del inspector Maigret, pero a partir de los 80 años apenas leía a los demás. Sin embargo recibía muchos libros por correo de autores buscando su bendición o una buena crítica. Una vez leyó una novela que le mandaron que le gustó, basada en 'La diosa blanca', e invitó a la autora a casa, pero a los tres días la tuvo que echar porque era insoportable".
“He decidido vivir en las afueras de una aldea montañesa de Mallorca, católica pero anticlerical, donde la vida se rige todavía por el viejo ciclo agrícola”, escribe desde su casa en Deià. La maravillosa Deià de Graves y el pintor psicodélico Mati Klerwein, de los músicos de rock psicodélico como Kevin Ayers y , de los encuentros con Claribel Alegría y su marido Bud Flakoll. Cortázar aparece por allí alguna vez. Ahí se conocen Julio y Robert.
"Se conocieron en casa de Claribel Alegría en Deià a finales de los años 70. Robert había cumplido 80 años y pasaba menos tiempo escribiendo y más caminando y visitando a amigos, y una de sus paradas favoritas era la casa de Claribel, donde cada día, a la puesta de sol, ella y su marido Bud dejaban de escribir y abrían la casa a los amigos para tomar un ron y charlar. Yo pasaba mucho por ahí por mi amistad con su hijo Eric y me encontraba en el salón de su casa con personas como Cortázar, como su exmujer Aurora, que se estaba construyendo una casa en el pueblo, con Tito Monterroso o con Mario Benedetti que vivía en Palma y visitaba muy a menudo. Entonces más tarde pude poner esos nombres en su contexto literario, porque en aquel momento yo solo conocía a Cortázar por un libro suyo que pululaba por la casa de Claribel, creo que se llamaba 'Último round', con una estructura como de dos libros unidos por el lomo, que permitía leer las páginas de la parte de arriba y las de abajo en cualquier combinación.
Robert pues confió en Bud y Claribel la traducción de su primera colección de poemas en castellano para Lumen y les tenía un gran cariño. No creo que estuviera al tanto del boom de la literatura latinoamericana y cualquier interacción entre él y Cortázar seguramente habría pasado por su amor mutuo por el jazz. Pocas cosas le interesaban menos a Robert que hablar de literatura, a no ser que se tratara de la poesía".
Todos los santos la denigran, y todos los hombres cuerdos
gobernados por la regla de oro del Dios Apolo,
en menosprecio de la cual nos hicimos a la vela para encontrarla
en regiones distantes donde más probablemente se halle,
a quien por encima de todas las cosas deseábamos conocer:
hermana del espejismo y del eco.
Fue una virtud no quedarse,
seguir nuestro obstinado y heroico camino
buscándola en la cima del volcán,
entre cielo apretado, o allí donde la pista se había borrado
más allá de la caverna de los siete durmientes:
cuya ancha y alta frente era tan blanca como la de cualquier leproso,
cuyos ojos eran azules, con labios como bayas de fresno,
y el cabello de miel ondulante cubriendo sus caderas blancas.
Una verde savia primaveral agitándose en el bosque joven
se prepara a celebrar a la Madre Montaña,
cada pájaro cantor trinará un rato para ella;
pero a nosotros se nos ha dado, aún en noviembre,
la estación más cruel, tal agudo sentido
de su magnificencia desnuda
que olvidamos la crueldad y la traición pasadas,
sin importarnos dónde puede caer el próximo rayo".
La marginalia de Cortázar se hace notar solo en las primeras páginas de esta copia de 'La diosa blanca': las numerosas marcas que hace Julio se detienen en la página 51. Intuimos que algo en la escritura del gran Graves le agota. Y, como descubrimos en una carta a Francisco Porrúa del 4 de septiembre del 65, no andamos desencaminados.
“Querido Paco”, le escribe Julio. Anoche llegué muy tarde de Marsella, después de tragar durante ocho horas de viaje gran parte de 'The White Goddess' de Robert Graves, que tiene lo suyo pero que no es precisamente un libro metódico, cosa que en el fondo lamento porque vuelve muy complicada la lenta intuición de lo que el gordo mallorquí quiere hacernos creer”.
A propósito de Cortázar, una última o penúltima revelación de Tomás Graves: su propio recuerdo sobre nuestro bibliotecario:
"En Managua compartí en el año 1979, el año de la Revolución Sandinista, una casa con Bud y Claribel. Una tarde, a la vuelta de una visita que hice a la costa caribeña del país, entré en casa y escuché la voz inconfundible de Julio Cortázar con su acento argentino y sus erres francesas. Me reconoció de Deià, me saludó con un abrazo de oso y siguió con un relato que estaba contando a Bud y Claribel sobre una familia adinerada que conocía en Buenos Aires. Y contaba que el viejo médico de cabecera de la familia había fallecido, entonces la familia llamó a su sustituto para tratar al patriarca de la familia, que se encontraba enfermo. Una vez repuesto, el patriarca llamó al joven médico para expresar su gratitud y le insistió que aceptara como regalo una cartera exquisitamente fabricada a mano. El médico lo rechazó indignado. Dijo: "Puede que usted tuviera ese tipo de relación con mi predecesor, pero quiero que sepa que mis honorarios son 300 pesos.
Ah, no hay problema, contestó el viejo, abriendo la cartera y sacando 20 billetes de 100. Ofreciendo tres de ellos al médico, que se quedó pálido. ¿300 dijiste?
Nos contó Julio que en Ciudad de Panamá de camino de Nicaragua le habían atracado en la calle y le habían robado el billete de avión y pasaporte. Consiguió llamar a Managua para explicar su retraso, y el ministro del Interior sandinista, Tomas Borge, mandó un avión militar a buscarle y le emitió un pasaporte nicaragüense en el acto. Eso para mí refleja el respeto que se muestra con los escritores en Latinoamérica".
A pesar de su gran éxito como narrador y poeta, Robert Graves nunca recibió el Premio Nobel de Literatura, aunque fue un candidato frecuente durante varios años. Obras como 'La diosa blanca' lo hubieron justificado. Pero él –que sí recibió el Premio de la Crítica en el Reino Unido y el Premio de Poesía de la Academia Británica– se jactó de no conseguirlo:
“Un día cuando era en Australia me han preguntado qué pienso del Premio Nobel y yo he contestado: Es el beso de la Muerte, porque si uno lo acepta no puede después escribir nada de valor”.
Acabas de escuchar “La biblioteca de Julio”, un podcast de la Fundación Juan March. Control técnico y música: Carlos Roiz. Música de cabecera: Astor Piazzolla. Música adicional: Raffel Plana. Recuerdos de Robert Graves a cargo de su hijo, Tomás Graves. Concepto, guión y voz: Bruno Galindo.