El escritor Bruno Galindo nos acerca a la figura y la obra del escritor argentino Julio Cortázar a través de los libros que le acompañaron durante su vida, guardados en la Biblioteca de la Fundación Juan March. Este podcast indaga en sus anotaciones personales, sus subrayados, sus dedicatorias y traspapeles. Reúne a Cortázar con sus autores favoritos y, a todos ellos, con sus lectores-oyentes en el siglo XXI.
LBdJ Patricia Highsmith “La máscara de Ripley”
34. Ripley Underground. Patricia Highsmith. Penguin, Middlesex, Gran Bretaña,
1973.
Pequeño, flexible y manoseado. La cubierta negra, y el lomo del naranja
corporativo de aquellos libros de bolsillo de la editorial del pingüino, hoy
plenipotenciaria. Si esta copia de “Ripley Underground” se adquirió nueva en el
Reino Unido, costó 40 peniq
ues. Si se compró en Australia o Nueva Zelanda, $1,35.
Si en Canadá, $1,65. Son, al menos, los precios recomendados por el editor. No lo
compró Cortázar, eso nos lo deja claro la dedicatoria:
“Julio,
Te lo mando no por bueno, sino por la alusión de la p
ágina 148, que te probará que
el “Talento de Mr. Ripley” y la no menos “Mrs or Miss Highsmith” te leen.
Un abrazote,
Jorge Enrique”.
La pesquisa caligráfica no deja duda de que quien firma es Jorge Enrique Adoum.
Le hemos reconocido por sus “jotas”, sus
“es” mayúsculas entre el resto de
minúsculas, por el círculo que usa como punto en la “i” latina. Adoum, poeta
ecuatoriano, fue el hijo de un ocultista libanés emigrado a América Latina. Pero
tenemos motivos para pensar que lo que consolidó la amistad con
Cortázar fue el
marxismo, tema de importancia para ambos.
La dedicatoria va sin fecha, pero podemos ubicarla en torno a finales de los
setenta, guiándonos por el hecho de que Adoum y Cortázar, que se conocen en los
pasillos de la Unesco, coinciden en 19
77 en la Semana Latinoamericana de
Toulouse, organizada por el profesor Jean Andreu, a la que también acuden el
argentino Juan José Saer y los paraguayos Augusto Roa Bastos y Rubén Bareiro
Saguier.
Mary Patricia Plangman nace en Fort Worth, Texas, el 19 d
e enero de 1921. Y
muere en Locarno, Suiza, el 4 de febrero de 1995.
Sus padres se divorcian antes de que ella nazca; su madre se casa en segundas
nupcias con Stanley Highsmith, y de este toma Patricia su apellido. Los tres se van
a vivir a Nueva York, do
nde la pareja consigue trabajo como diseñadores gráficos.
Patricia nunca se llevará bien con ellos, en particular con su madre. Algo de eso
puede notarse en cuentos como “La tortuga acuática”, donde un joven apuñala a su
madre.
La salida a su carácter com
plicado ¬
–
por decirlo suavemente
–
está en los libros. Y
en las revistas de comics, que es donde empieza a trabajar, como guionista. A los
22 años comienza a escribir su primera novela, ‘The click of the shutting’, nunca
publicada. A los 23 decide dedicarse
profesionalmente a la literatura. Y a los 24
publica su primer cuento, en la revista Harper ́s Bazaar.
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Antes de la treintena, en 1950, ve la luz su primera novela, ‘Extraños en un tren’,
que le da fama internacional un año después con la adaptación al ci
ne de Alfred
Hitchcock ¬¬
–
con guion de Raymond Chandler, nada menos
–
. Su idea de crimen
perfecto cuadra con la del mago del suspense.
“Si es muy sencillo. Dos hombres se conocen por casualidad, como nosotros. No
hay ninguna relación entre ellos, nunca se
habían visto. Cada uno tiene una
persona de la que quiere librarse, con que... intercambian las muertes. ¬
–
¿Intercambian las muertes?
–
Cada uno mata al que estorba al otro. Nunca podrán
relacionarlos. Cada uno habrá matado a un desconocido. Usted comete mi c
rimen y
yo el suyo”.
Ha nacido una novelista que tendrá una larga relación con el séptimo arte. Y con
las tramas criminales.
"Puedo pensar sólo en una ligera cercanía entre el criminal y el artista; un escritor
imaginativo es muy libre; tiene que olvid
ar su propia moral, su sentido moral
personal, especialmente si escribe sobre criminales. Debe sentir que todo es
posible”.
“El talentoso Sr. Ripley”, su tercera novela, recibe el premio Edgar Allan Poe de los
Escritores de Misterio de América, y da comienzo a una saga alrededor de este
personaje.
Highsmith “No era simpática. No era educada”, escribe su biógrafa Joan Schenkar
.
Conocida por su misantropía y por su hígado machacado por el alcohol, la novelista
escribió otros títulos, como ‘Una suspensión de la misericordia’, ‘Esta dulce
enfermedad’, ‘El llanto del búho’, ‘La celda de cristal’, ‘Aguas profundas’... y
‘Suspense’, ma
nual magistral en el que imparte algunos de sus consejos y
confesiones creativas.
“Las buenas narraciones se hacen solo con las emociones del escritor. Aunque un
libro de suspense esté totalmente calculado, habrá escenas, descripciones
–
¬
–
un
perro atropel
lado, la sensación de que alguien te sigue por una calle oscura
–
que
probablemente el escritor habrá experimentado en persona. El libro es siempre
mejor si contiene experiencias como estas, de primera mano, realmente sentidas”.
“Los escritores tienen un c
aparazón protector muy pequeño, y durante toda la vida
tratan de desprenderse de él, ya que los diversos golpes e impresiones que
recibirán son el material que necesitan para crear. Esta receptividad es el ideal del
artista”.
“Escribir es una forma de org
anizar la vida. Y la necesidad de hacerlo sigue
presente, aunque no se tenga público”.
De todos sus personajes, el más famoso es Tom Ripley. En las antípodas de otros
detectives racionales y justicieros de la literatura, como el Sherlock Holmes de
Conan D
oyle, el Auguste Dupin de Poe o el Hércules Poirot de Agatha Christie,
Ripley cultiva la amoralidad desde su psicología de antihéroe.
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A la medida de la psique de Highsmith, Ripley es ese asesino retirado, galante
estafador, hedonista sin escrúpulos, tipo
camaleónico que siempre juega al límite
con la policía y utiliza a la gente a su conveniencia, escondiendo su verdadera
personalidad. Le has visto en el cine interpretado por Alain Delon, Matt Damon,
John Malkovich o Dennis Hopper.
Aparece en cinco novel
as: ‘El talento de Mr. Ripley’, este ‘La máscara de Ripley’, ‘El
juego de Ripley’, ‘Tras los pasos de Ripley’ y ‘Ripley en peligro’. El primero, de
1955. El último, de 1991, cuatro años antes de la muerte de la autora, que
mantiene a su personaje
–
creado t
ras su primera estancia en Europa, sufragada
con los derechos de autor de ‘Extraños en un tren’
–
durante 36 años.
Aquí, en ‘La máscara de Ripley’, el lector se reencuentra con el personaje después
de la primera novela, casado con una bella heredera franc
esa y con una reputación
intachable, dedicado a la pintura, la jardinería y a escuchar música. Un día recibe
una llamada de Londres de la Buckmaster Gallery: son los marchantes de Derwatt,
un misterioso pintor que se oculta en México mientras el precio de
sus cuadros
sube vertiginosamente. Sucede que Derwatt está muerto. Pero ahí viene Ripley con
la idea de falsificar los cuadros y venderlos como originales. Todo irá bien hasta
que un comerciante de arte norteamericano comience a sospechar del fraude.
Dich
o todo esto, este es un buen momento para ver qué es aquello que Jorge
Enrique Adoum decía a Julio que estaba escrito en la página 148.
“Tom trabajó aproximadamente una hora en el jardín y luego leyó un fragmento de
‘Las armas secretas’ de Julio Cortázar.
Luego subió y terminó su retrato de madame
Annette. Aquel era su día libre, el jueves. A las 6 de la tarde, Tom le pidió a Heloise
que fuera a verlo.
—
No está mal, ¿sabes? No lo has trabajado demasiado. Me gusta eso”.
Pues... esto era.
‘Las armas secret
as’, por cierto, es el tercer libro de cuentos de Julio, uno de los
más emblemáticos, de 1959. Incluye la pieza del mismo nombre, un cuento de
tintes ‘noir’ protagonizado por otra pareja, Pierre y Michèle y por la tensión sexual
y violenta que media entre
ellos. No diremos más.
Highsmith, maestra de la intriga, nos recuerda que, aunque en nuestra vida
pretendamos eludir toda forma de conflicto, la literatura requiere justamente lo
contrario. Toda historia, bien lo sabe Cortázar, precisa esa fricción.
Y toda biblioteca precisa sus libros enigmáticos. En la Biblioteca de Julio esta copia
barata de ‘La máscara de Ripley’ tiene algo de libro olvidado en un hotel de
vacaciones, de ‘best seller’ dejado a propósito en una casa alquilada durante el
verano, ent
re un “Selecciones” del ‘Reader’s Digest’ y un libro en sueco con letras
doradas que nadie sabe qué hace ahí. Tiene esa orfandad de los libros heredados
de un inquilino anterior y que a veces uno encuentra en casa de un familiar al que
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